Los agricultores que han sacado los tractores a las calles dicen que trabajan dieciséis horas al día, soportan continuas subidas de precio de los materiales que necesitan para sacar adelante su producción y pasan la vida mirando al cielo, por si acecha la sequía, el granizo, la helada o las lluvias torrenciales, por no hablar de plagas y epidemias. La cruda realidad es que en estas últimas décadas el mundo desarrollado se ha acostumbrado a darse la gran vida sin tener, como se suele decir, los pies en la tierra. Si un pagès cultivara sus parcelas sin subvenciones, con equipos de trabajadores bien pagados que le evitaran esas jornadas maratonianas, con seguros por si las cosas vienen mal dadas y con cierta calidad de vida... un tomate nos costaría cincuenta euros en el supermercado. Los gobiernos desean evitar eso y aprietan al sector hasta que lo tienen casi asfixiado, al mismo tiempo que lo consuelan a base de subvenciones. Algo parecido ocurrió en el sector textil, donde antaño cualquier prenda de vestir se pagaba a su precio justo y la modista podía vivir con decencia. Hoy toda la producción se ha enviado a países tercermundistas donde la explotación laboral está a la orden del día, los tejidos son sintéticos -nos vestimos de plástico y petróleo, de hecho-, los diseños se roban y el sistema nos impone un ritmo frenético de comprar y desechar para que no seamos conscientes de la barbaridad que cometemos cada vez que compramos una camiseta nueva. Es un mundo completamente trastornado, pero feliz a su manera. La inconsciencia, la ciega huida hacia adelante, tendrá, claro, consecuencias. Lo triste es que la mayoría prefiere mirar hacia otro lado y seguir participando de la fiesta del consumismo sin fin a precios de ganga.
La realidad
Palma09/02/24 0:30
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3 comentarios
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Por mucho que se prefiera mirar a otro lado, la realidad es aplastante: o dejamos de menospreciar a la gente recia del campo o nos mataremos entre nosotros por medio tomate. Son muchos los hombres y las mujeres muy capaces de sacar adelante sus explotaciones familiares a pesar de todos los pesares, demostrando así una gran resistencia, tanto física como psíquica y moral. Para ellos, estar plantados con sus tractores es un esfuerzo mínimo. Resistirán. En el peor de los casos, ellos en el campo siempre podrán vivir de una producción autosuficiente. ¿Nosotros? ¿Estamos dispuestos a depender de lo que ocurra en otros continentes para hacernos con ese medio tomate?
KruschevNo, yo pienso que no es así como has dicho. Lo que sí deberíamos preguntarnos es hasta qué punto, esas cadenas de distribución pueden ahogar a los productores exigiéndoles que malvendan sus productos, me refiero a las firmas como "Carrefour", "Mercadona", "Lidel", "Erosqui", "Coaliment", etc. Por otra parte, España, como país integrante de la C.E.E., debería presionar para que países como Francia, no puedan firmar acuerdos comerciales con países como Marruecos, Sudáfrica, etc., que no cumplen con las exigencias que Europa sí obliga a sus miembros.
Resumen del artículo: hay que comer productos extranjeros de gente explotada.