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La victoria en Galicia era necesaria para el PP, para demostrar que es la fuerza política más fuerte y sólida. Pero era una victoria segura, aunque la pusiera en riesgo la torpeza del propio Feijóo, que provocó el canguelo entre sus filas al descubrir ante un grupo de informadores sus tratos subterráneos con los independentistas, para zafarse de las imposiciones de Vox.

Por lo tanto, no hay que echar las campanas al vuelo. Porque la duda queda de si el hoy eufórico Feijóo celebrando el 40 - 9, es el mejor líder para enfrentarse en las próximas elecciones generales a alguien tan trilero como Sánchez, y aún más peligroso por la herida sufrida como consecuente del batacazo.

El problema de Feijóo es que se siente más cómodo con la gente del centro izquierda que con la de su aliado natural Vox, y que se encuentra más cerca de los nacionalistas gallegos moderados de derechas, que de un firme nacionalista español. Tampoco se mueve a gusto con ese liderazgo duro y agresivo que se ve obligado a desarrollar en Madrid, que va contra sus características de personalidad pacífica y pactista. Ese discurso impostado le aleja de su electorado gallego, pero el suyo propio le distancia de la base de la militancia del partido, como pudo comprobar en las últimas elecciones generales.

Si la derecha quiere ganar las próximas elecciones generales no podrá ser con la mayoría absoluta del PP, como en Galicia, pues es muy difícil conseguir fuera de ese microclima electoral esa mayoría ante la infausta coalición del PSOE, la extrema izquierda y los separatistas. Sería necesario que desapareciera Vox, como ha ocurrido en estas últimas elecciones, para concentrar todo el voto de la derecha, o bien, que Feijóo sea capaz de llegar a acuerdos razonables con esta formación. No parece posible la primera opción, dado que en Europa sus pares están en proceso de crecimiento y Vox, aunque se reduzca, está consolidado. Por tanto, encontrar una alianza firme con Abascal será imprescindible. Feijóo no es el mejor líder para conseguirlo. Solo le salvaría que el PP arrasara en las elecciones europeas. De no ocurrir, también sería tarde para que Ayuso, la lideresa a la medida de Sánchez, pudiera relevarlo.