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Prohens, el martes, en el Parlament tuvo una brillante intervención a las preguntas de intento de Negueruela de distraer la atención a la tormenta perfecta que azota a PSOE y a Sánchez en particular. La presidenta le espetó un proyectil diciendo «las preguntas las hago yo en nombre de la ciudadanía». Efectivamente, los ciudadanos tenemos derecho a saber qué pasó con nuestros impuestos malgastados en un momento de necesidad imperiosa de gestionar la pandemia. Todos sabíamos que el cese de Ábalos que era el brazo ejecutor de Sánchez con un poder ilimitado en el partido y en el Gobierno debía tener razones que no se explicaron. Ahora sabemos o intuimos que Sánchez estaba al corriente de las tropelías del susodicho. Y que para evitarse problemas en el futuro, lo sentenció. Los inmaculados de Més optaron, con la presunta prevaricadora Truyol, por guardar silencio y abstenerse en un acto que contradice su imagen. Perdieron autoridad moral a la hora de hablar de corrupción.

El caso de Ábalos es el paradigma y la punta del iceberg de algo que clama al cielo e incompresiblemente nadie debate. Hablo de la financiación de los partidos. Las macroestructuras de los partidos especialmente grandes –con personal, gastos de representación, sedes, campañas– no se explican con la nimia cuota de los afiliados. De dónde sale el dinero es la pregunta siguiente. Es una realidad que la industria política puede contestar. Se busca un testaferro que acude a los altares de la economía, una estrategia, un cobrador que se queda un porcentaje que suele ser el delator, con comportamientos de ingresos injustificables. La sospecha, si se investiga, lleva fácilmente a la sede de los partidos. Así se financia el inmenso gasto de los partidos. Después, la oposición tiene munición para derribar a su oponente. Pero el sistema se autoprotege. Busca un chivo expiatorio, los hipócritas del poder claman y presumen de ser implacables con la corrupción que ellos han generado y protegido. Al no tener salida al callejón de la evidencia, acaban con el chivo expiatorio que o se autoinmola o a veces acaba en la cárcel. Por tanto, no nos distraigamos con la pantomima de la política y exijamos verdad. Me temo que es la ensoñación de la utopía. Pero la creo posible. Ábalos es el mártir ejecutor de una corruptela del PSOE y del presidente de Gobierno. Lo triste es que posiblemente salgan ilesos, pero las elecciones pueden ejecutar la sentencia. Ahora deben preparar alguna estrategia para crear una noticia de rengo superior que distraiga la ciudadanía, que mayoritariamente tragará. Mientras se mantendrá la creciente desconfianza del pueblo y su sana desconexión de la farsa política en la que nos encontramos. Probablemente esto cambie. Si el PP nacional es capaz de desenmascarar esta evidente corrupción, habrá conseguido tocar seriamente la línea de flotación de Sánchez.