Hagan un esfuerzo de imaginación. Imaginen que dos vecinos que han tenido problemas muy a menudo se reconcilian y deciden construir una casa para vivir juntos. Unos pocos amigos de estos vecinos piden sumarse al proyecto y la casa se proyecta algo más grande. Poco a poco, los amigos de los amigos se suman a la idea y parece que la casa hay que ampliarla, como sea, para poder convivir.
Un día, aquellos primeros vecinos bajan a la piscina y se encuentran una fiesta llena de gente en la que apenas conocen a nadie y se dan cuenta que sus vidas no serán ya nunca las de aquel proyecto y tendrán que aceptar obras, molestias, adaptaciones de todo tipo para albergar a toda esta gente.
Sobre aquel proyecto franco alemán de paz y desarrollo de 1950 al que se sumaron enseguida el Benelux e Italia, se ha ido construyendo la Unión Europea. A medida que se han ido incorporando nuevos países ha sido más complicada la gestión tanto por la cantidad como por la diversidad de concepciones sobre la integración europea. Incluso un país se ha retirado del proyecto, algo que el Reino Unido va a lamentar siempre.
El problema es que en un mundo globalizado cada uno de nuestros países por separado no tiene capacidad suficiente para influir decisivamente en los asuntos mundiales, salvo quizá Francia con su arma nuclear. Pero poner de acuerdo a seis países, diez, incluso quince era infinitamente más fácil que hacerlo con 27 y en el futuro quizá con 33. ¿Acaso la cantidad influye sobre la calidad?
Ciertamente, se requiere de un esfuerzo mayor para obtener acuerdos que signifiquen avances en la integración, en lo que se define en el preámbulo del Tratado de Lisboa como «continuar el proceso de creación de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos». Cualquier ampliación tiene que llevar consigo más integración, no menos. ¿Cuáles son los límites de Europa? Aparte de los límites geográficos, son los principios compartidos los que marcan los límites de la UE. Las ampliaciones, que vienen a ser como unos esponsales, tienen que ser por amor no por conveniencia.
La invasión de Ucrania, la concepción que tiene Putin de la seguridad de Rusia, la inmigración ilegal, las exigencias que conlleva el cambio climático, la emergencia de China y otros factores nos confrontan con una decisión fundamental: ¿Queremos ser solo un gigante económico y comercial o tenemos voluntad de ser una potencia política?
Si nos inclinamos por la segunda opción tendremos que pensar en otro modelo de habitación. ¿Chalets adosados o independientes? ¿Más integración o más autonomía estatal? Quien se adhiera a la UE tiene que dar, no solo recibir, como en cualquier matrimonio.
3 comentarios
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No se puede hablar de UE sin mencionar a la OTAN y los EUA.
Som i SeremSi Rusia fos una democràcia i cumplint tota la resta de condicions.... ¿Per que no?
Podríem convidar a Rússia a formar part de la UE, ja que hem convidat a Ucraïna