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Ayuso no supo hasta los 22 años, en una aventura en avión, que en Ecuador se hablaba castellano pese a que cada año celebra el día de la hispanidad como la que más. Tampoco sabe muchas otras cosas; apostaría a que se llevaría una gran sorpresa si visitara Guinea Ecuatorial o que en Andorra la lengua oficial es el catalán. Y eso que está mucho más cerca de España que Ecuador. Qué cosas más raras. Tampoco especifica si tras esa visita a Ecuador dedujo que en la mayoría de países del otro lado del charco se habla también español o debe visitarlos de aventura en avión para asombrarse de nuevo: oh, Dios mío, hablan igual que yo, ¿cómo es posible? También afirma que el Gobierno no sabe cuántos parados hay en España pero no debe leer las publicaciones mensuales al respecto porque si se preocupara de informarse un poquitín, sabría que las últimas cifras son de 2.700.000 ciudadanos. Y se luce en todo su esplendor manifestando que Sánchez no sabe cuántos soldados han ido «en misiones tipo Ucrania». Respuesta: cero. ¿Debe ser complicado ser tan ignorante como Ayuso y ocupar un puesto de poder? No, no lo es, basta con nacer sin ningún tipo de criterio y decir todas las barbaridades que se le pasan por la cabeza porque de todos modos, con el cargo que ostenta, los suyos la van a aplaudir aunque afirmara que la tierra es plana. Mientras haya cervecita fresca, que más da si suelto unas cuántas burradas que llenen titulares, entretengan a la gente de a pie y se desvíe la atención de un piso de lujo compartido con un técnico sanitario que ofreció un pacto a la Fiscalía declarándose culpable de un par de delitos para evitar ir a juicio. Sin embargo, regresando a Ecuador, Ayuso trataba de decir, aunque mal expresado, que allí no se hablaban otros idiomas como el vasco o el catalán que los tiene a la vuelta de la esquina. Todo pone en entredicho su licenciatura en Periodismo.