No voy a meterme en el jardín de afirmar o negar si algunas prácticas o determinados fármacos curan o no. Está claro que la enfermedad es la manifestación de que algo no va bien en nuestro interior, ese interior que viene precedido por la historia de millones de microorganismos que nos conforman en este tránsito pequeño que es la vida. Cuando el cuerpo duele nos aferramos a lo que sea para salir del pozo. En la desesperación del peor diagnóstico, es lícito buscar luz. Otra cosa es el aprovechamiento de los unos y los otros cuando hay enfermedad. Dinero, en definitiva.
Susan Sontag escribió en primera persona como enferma de cáncer, que al final le causó la muerte, un libro al que suelo recurrir cuando tengo algunas zozobras, La enfermedad y sus metáforas.
«La enfermedad es el lado nocturno de la vida, una ciudadanía más cara. A todos, al nacer, nos otorgan una doble ciudadanía: la del reino de los sanos, y la del reino de los enfermos. Y aunque preferimos usar el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros se ve obligado a identificarse, al menos por un tiempo, como ciudadano de aquel otro lugar».
Todos somos o seremos inquilinos de esa ciudadanía y como en tantas ciudadelas nos vamos a tropezar con vendedores de humo. De un lado y del otro.
Que un presentador de televisión popular como Pablo Motos loe los beneficios que suponen el uso de una cama de plasma frío con nulo rigor científico es un peligro para la sociedad, un insulto a quienes sí saben y una falta de compasión hacia quienes pueden acabar siendo víctimas del engaño. Dejemos al espectáculo lo que le es propio y pongámonos serios cuando hablamos del dolor y la enfermedad. Porque en muchas ocasiones tienen solución.
Sanidad ha evaluado esta semana ocho seudo terapias; el taichí, la luminoterapia, la respiración consciente, el qigong, el zerobalancing, la aromaterapia y las técnicas de relajación. No hay un veto solo un aviso: hacen bien en la medida en que estimulan la práctica del ejercicio físico como el taichí y el qigong, o aprender a respirar que es la máxima en algunas técnicas de relajación pero sí estás enfermo, gravemente enfermo, escucha a tu cuerpo. Busca ayuda de personas formadas, déjate de canta mañanas y de esas sesiones cósmicas que te nublan el discernimiento y no sé si te elevan cinco centímetros del suelo. Si así fuere, ni me lo cuentes que salgo corriendo del susto. Tampoco hay que atiborrarse de fármacos que ya sabemos a quien engorda.
Con la enfermedad, cada uno es dueño de manejarla como quiera, los alivios son de cada uno, pero no creo en milagros más allá de una sanidad pública que nos atienda con recursos. Hablo de dinero, necesario para pagar la curación, o los tratamientos, los remedios, y si llega el fin, que sea dignamente. No conozco acto de amor más grande que el ayudar a librarnos del mal. O hacer que el tránsito por la vida sea en paz. Salud y alegría.
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