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Vivo sin vivir en mí desde que Pedro Sánchez se ha puesto a reflexionar sobre si le sale a cuenta seguir presidir el Gobierno, una decisión que dará a conocer al resto de los españoles. El anuncio viene precedido de una épica ñoña, esa de las adhesiones inquebrantables; en especial de las procedentes de quienes tienen en él su sustento político y económico. Soy incapaz de adivinar qué hará el susodicho, admito que tengo dificultades para predecir las decisiones de un político que tiene en la mentira su única manera de relacionarse con el mundo; eso del manual de resistencia es una filfa más de este hombre. De lo que estoy seguro es que si se marcha, la vida continuará. Nadie es imprescindible.

los argumentos de Sánchez en su extensa carta para justificar su kit kat político pecan de ingenuidad, incluso revelan la incapacidad de asumir que él y su esposa, Begoña Gómez, están probando la misma medicina que han dado a sus adversarios. Recuerden las quejas de Pablo Iglesias y su esposa, Irene Montero, cuando ellos mismos eran víctimas de un escrache en su chalé de Galapagar. Entonces dejó de ser ‘jarabe democrático' contra los políticos. Ahora resulta que el fango lo ponen los otros y no, lo ponen todos. Nadie es capaz de frenar esta dinámica de la que siempre se quiere responsabilizar al contrario.

la gota que ha colmado el vaso de la paciencia presidencial ha sido la apertura de una diligencias judiciales a instancia de una organización extorsionadora de la ultraderecha como Manos Limpias, sí la misma que sirvió para que el juez José Castro -instructor del ‘caso Nóos'- sentara en el banquillo a la infanta Cristina gracias a la acusación particular de esta organización. Entonces, a la izquierda le parecían fantásticas las actuaciones de la esperpéntica Virginia López Negrete, abogada de este supuesto sindicato. Manos Limpias y Castro fueron una palanca para desestabilizar la monarquía.

en las actuales circunstancias, la continuidad o no de Pedro Sánchez en el cargo es ya casi irrelevante. La cuestión es si la clase política, y en especial los responsables de las grandes formaciones, son capaces de acabar con esta manera de entender la democracia y el ejercicio del poder. Sin resolver el problema tanto da que esté Sánchez, Feijóo o la madre que los parió en el Palacio de la Moncloa; lo más fétido del sistema seguirá triunfando.

Real patinazo

otorgar la distinción de Real a la autodenominada Acadèmi de la Llengo Baléà es una pifia enorme que la Casa Real debe resolver de inmediato, es demencial que el Rey avale un grupo que carece de todo rigor científico para defender sus postulados sobre la lengua catalana. ¿Nadie pregunta en el Palacio de la Zarzuela? ¿Quién asesora a Felipe VI? Debe ser que estos título se regalan y que la próxima consideración de ‘real' será para los terraplanistas o la cofradía del hipoclorito sódico por su lucha contra la covid. Es urgente que se retire la autorización concedida para que esta supuesta Acadèmi no se vanaglorie del parapeto de la Casa Real, hay que rectificar y admitir el error cometido. No se puede distinguir el analfabetismo.