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La película (James Clavell, 1967) presenta a un docente optimista (Sidney Poitier) enfrentándose a alumnos rebeldes e insolentes. La impertinencia es un rasgo de la adolescencia pero también la crítica ante las injusticias. El reciente movimiento estudiantil contrario a la violencia en Gaza, que se extiende por universidades de distintos países, es un buen ejemplo. En EUA, manifestantes pacíficos han sido atacados por grupos proisraelíes con las caras tapadas, vestidos de negro, y armados con palos, ante la pasividad de los servicios de seguridad. Luego la policía ha empleado antidisturbios con escudos y armas para abortar las protestas duramente, deteniendo a más de 2000 estudiantes; algunos serán expulsados. Republicanos y Demócratas los tachan de delincuentes y promueven una ley para proteger a los agresores. Debe tenerse en cuenta que las matrículas (normalmente pagadas a crédito) pueden superar los 50.000 dólares/año. Una expulsión, sin lograr el diploma, podría ser la ruina de por vida, pero ahí están defendiendo sus ideas, detenidos, esposados o sujetados con bridas, e incluso sus profesores. Muchas de esas universidades reciben ingresos de organizaciones judías y muchos políticos también reciben presuntamente dinero de lobbies judíos y de ahí su posición ambigua. Es curioso que Borrell, alto representante de la UE, haya guardado silencio ante esos miles de estudiantes detenidos pero se apresure a protestar enérgicamente por los 60 arrestos en Georgia, exigiendo que se garantice el derecho a la reunión y a la protesta pacífica. Charles de Gaulle dice en sus memorias: «Me he hecho siempre cierta idea de Francia» y Biden afirmó que no cambiará su política; posturas contumaces. De Gaulle perdió las elecciones tras nuestras protestas en otro mayo (1968). El movimiento será aplastado pero cuidado con sus consecuencias. Afortunadamente esa juventud insolente es también la más limpia y solidaria, el mejor tesoro que tenemos.