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En las Islas Baleares, hasta hace nada, hablar de límites, decrecimiento o diversificación económica era tabú; ahora, incluso el gobierno conservador i algunos sectores de la economía flirtean con estas ideas. Alguien ha visto las orejas al lobo y ha decidido modernizarse. Los conservadores ante la posibilidad de ser arrasados, una vez más, por la movilización social, en este caso contra la masificación y la privatización de lo público, han optado por cambiar el relato y subirse al tren de la moderación. Huyen de la gente crítica y de las luchas reivindicativas como gato escaldado. Pero, para su desdicha, no estamos en una batalla por el relato, sino en una guerra por la vida y el bienestar colectivo. Y, en estos temas, la derecha padece anemia de credibilidad.

Quizás el momento de hablar únicamente de límites haya pasado y se imponga empezar a hablar de decrecimiento y diversificación económica. Decrecimiento real de plazas turísticas, no la ficción de reducir un supuesto techo posible creado artificialmente, como han hecho las últimas administraciones, incluida la actual, y de una diversificación hacia sectores con mayor valor añadido, social y económico, como horizonte real. Una y otra cosa son caras de una misma moneda y si no corren paralelas no serán posibles. Sería caminar hacia un cambio de modelo que todos parecían tener claro al salir de la pandemia, pero que la calentura del mercado y los nuevos aires belicistas parecen empeñados en hacer olvidar.

Hay quien opina que el decrecimiento de la oferta turística implica adelgazar la economía y esto no es correcto, simplemente significa reutilizar activos y reequilibrar la estructura de producción para que, al final, la aportación de todos los sectores al PIB sea más equilibrada y diversa. La dificultad de una transición de este tipo no estriba en los mecanismos para llevarla a cabo, existe conocimiento experto y referencias acumuladas suficientes, sino en la capacidad política para doblegar los intereses del mercado y las inercias que se han ido creando durante tiempo. Hay que empoderarse para ello.

Desde el 2020 el Fòrum de la Societat Civil (https://forumsocietatcivil.org/), una plataforma integrada por 26 entidades de diferentes ámbitos sociales y económicos del país, que juntas agrupan más de 31.500 socios y alcanzan 94.000 seguidores en redes sociales, viene trabajando en propuestas y proyectos para impulsar la transición económica, ecológica y social en las Islas Baleares. Su Observatorio sobre la Transición estudia de manera sistemática y continua el estado de temas clave, en base a los indicadores existentes, que permiten evaluar la evolución del modelo actual y la dirección hacia donde camina.

En estas fechas el Fòrum está impulsando el I Congreso de Turismo de la Sociedad Civil a manera de proceso abierto de participación que concluirá el 26 de junio en una jornada de trabajo en el Estudi General Lul·lià de Palma, al cual cualquier ciudadano o entidad puede inscribirse y participar. En el documento que han elaborado como referencia para el debate se incluyen 147 propuestas sobre diferentes ámbitos relacionados con el turismo. Se habla de decrecimiento real de plazas turísticas y de la diversificación del modelo económico, entre otras muchas cosas. El congreso es la representación de un esfuerzo real y continuado para propiciar el diálogo colectivo y aportar ideas y propuestas.

La duda, para que todo fluya y confluya, es si la convocatoria del Pacto Social y Político para la Sostenibilidad que ha hecho el Govern va en el mismo sentido de dialogo abierto e inclusivo o, simplemente, es un relato ‘amable’ para seguir haciendo lo mismo de siempre.