Es cierto que Tinder es un invento fácil y efectivo para ligar. Ese inmenso catálogo de personas que ofrecen su mejor versión en una fotografía y cuatro frases es una buena forma de conocer gente sin esfuerzo. Todo el mundo deja las cosas claras desde el principio: me gustas, te gusto, luego nos encontramos. En la mayoría de ocasiones para tener un encuentro sexual que no va a repetirse en demasiadas ocasiones. Excepcionalmente, para tener una improbable pero posible relación emocional. Este tipo de aplicaciones para móvil parecen creadas expresamente para los tímidos o torpes en el arte de la seducción, para los que viven en lugares pequeños donde se relacionan siempre con la misma gente o para los comodones y decepcionados.
Sin embargo, los jóvenes muy jóvenes se apuntaron también al carro de Tinder. No debería de ser así. ¿Dónde está la pasión por el reto y la aventura? Han crecido en la era tecnológica y es lógico que este tipo de aplicaciones les resulten próximas. Son esos chicos y chicas que rehuyen las conversaciones, que prefieren mandarse wasaps, que tienen códigos propios a la hora de comunicarse, que no se miran a los ojos, ni pronuncian frases de amor.
Por eso iniciaron muchos sus relaciones por Tinder. Por suerte, la humanidad aún no ha olvidado las formas de siempre para enamorar al otro: los juegos de miradas, las medias sonrisas, las cenas, las flores, los bailes muy cerca, los encuentros. Algunos jóvenes advierten todo lo que se han perdido. Reaccionan al ligoteo que no profundiza en el otro, que pasa de largo, que usa y desecha a los demás. Deciden explorar nuevos caminos. Tienen suerte.
1 comentario
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
Els joves ho tenen molt malament, independentment de com lliguin. O hereden o emigren i ningú fa res