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La política se ha convertido en un campo de enfrentamientos, egos y vendettas, una batalla en la que lo que menos importa es el ciudadano y sus problemas y sólo se busca la forma de quedar por encima de los demás. Un ejemplo claro es lo sucedido recientemente en el Ajuntament de Palma con las medidas para evitar la saturación turística, propuestas por el alcalde, Jaime Martínez, a las que tanto Vox, supuesto socio de gobierno, como PSOE, Més y Podemos, han votado en contra. De los primeros, la justificación no es otra que una rabieta, ya que afirman que no se les ha tenido en cuenta, por lo que, independientemente de si las medidas son buenas o no, alardeando de estrechez de miras, han optado por impedir su aprobación. De los segundos, nada nuevo bajo el sol. Argumentando que se trata de una «cortina de humo para tapar el nuevo decreto del Govern, que cambia la ley del suelo rústico», consideran que su negativa está más que justificada, olvidando que durante los doce años que han gobernado podrían haber puesto en marcha lo que ahora exigen.