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Durante 15 días, los acampados por Palestina en la UIB han levantado la voz, han dicho cosas que también dice Naciones Unidas o la Corte Penal Internacional, entre otros organismos públicos, han debatido de geopolítica y de historia, han exigido sus reivindicaciones sin entorpecer las clases y, guste o no guste, no han ido más allá de la libertad de expresión y el derecho de manifestación.

Por el contrario, hay quienes han pasado de proferir amenazas físicas directas a levantar el puño y estrellarlo en la cara de alguien. En este caso no hay denuncia formal ni intervención de la policía nacional, como la hubo en el rectorado, y el decanato no ha pedido sanciones para el agresor, pero sí para los acampados, aunque decenas de profesores, personal administrativo y algunos decanos ya se han desmarcado. También hemos visto a un diputado calificando a los agresores de «jóvenes valientes» y al Consell Social de la UIB, en el que están integrados los sindicatos, dando su apoyo unánime al Rectorado y sin condenar el genocidio.

Además, el Ayuntamiento niega la biblioteca para una conferencia sobre Palestina, cuando hace unos meses permitió y protegió la conferencia de un sionista que calificó a los palestinos como «orcos», afirmó que en Gaza toda la población es un blanco legítimo de las bombas y el Islam es una amenaza. ¿Quién incumple mandatos de la ONU, ocupa territorios y comete genocidio? ¿Quién promueve el odio? ¿Quién amenaza y agrede? ¿Quién se arrodilla ante las amenazas?