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Los jesuitas del colegio Montesión Javier Monserrat y Nicolau Pons acaban de traducir por primera vez al castellano e inglés el poema de Nuredduna de Miquel Costa i Llobera. Estos religiosos y eruditos –obligados ahora a abandonar su querido colegio– han abierto a la humanidad esta excepcional obra de la literatura mallorquina. Es curioso cómo el mensaje del sacerdote y poeta pollencí vuelve a estar de actualidad. En tiempos de gentrificación y saturaciones turísticas, los autores concluyen que «el poema de Costa es una hermosa y poética llamada a saber dejarnos llevar por la dinámica de la historia que nos mueve a superar la singularidad y abrirnos a la universalidad».

Todos hemos visto a Nuredduna. Está en la entrada del Paseo Marítimo, frente al Palacio de Congresos, en una obra de la escultora Remígia Caubet. En realidad, ese físico está inspirado en su propia hija Guillermina, que le sirvió de modelo. La estatua mira al mar «con la mano extendida, como esperando la llegada del extranjero que la abrirá a nuevo mundo de harmonía, más universal». Ese es el mensaje que los autores extraen del hermoso poema de 22 páginas escrito en mallorquín en 1901 y titulado La deixa del geni grec.

La traducción se ha publicado en la revista académica Pensamiento, una de las más prestigiosas a nivel nacional en el ámbito de la Filosofía. La idea surgió en 2022, cuando Javier Monserrat, catedrático de la Universidad Pontificia Comillas, recibió la visita de unos amigos americanos y los orientó sobre las cuevas de Artà y la historia literaria de Nuredduna. Quiso imprimirles el poema en castellano, pero no lo encontró. Preguntó a la universidad y le confirmaron que, en efecto, la traducción completa no existía. Pidió ayuda al sacerdote e historiador Nicolau Pons, de 97 años, y el resultado ha sido excelente. En breve se publicará también como libro.

Nuredduna es una historia de amor y de guerra. Costa i Llobera unió la historia clásica griega con Mallorca y la tradición de la Sibil·la. Trata de la captura y ejecución de nueve griegos en el poblado talayótico de ses Païsses, en Artà, cuando la bella nieta del sacerdote y líder de la tribu se enamora de uno de ellos, Melesigeno, que es uno de los nombres juveniles de Homero. La virginal Nuredduna es cautivada por él tras escuchar su cántico homérico y decide salvarlo. Su plan tiene éxito, aunque aquello la condene a morir apedreada por su propio pueblo. Al final, el líder de la tribu descubre el cadáver de su nieta Nuredduna abrazado a la lira de Melesigeno, «respirando la serenidad última que parece haberla transportado al mundo nuevo que descubrió, por el que se comprometió y por el que perdió la vida».

Después de lo ocurrido en Montesión, todo esto suena irónicamente paradójico. La gentrificación nos obliga a replantearnos valores muy asumidos. Estamos abiertos al mundo, defendemos la universalidad de Nuredduna (¡Dios mío, con ella empezó todo!), pero debemos proteger más nuestra singularidad antes de que nos echen a todos de aquí.