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Nos dimos cuenta de nuestra dependencia energética con Rusia cuando estalló el conflicto en Ucrania. Pensamos entonces en el error que había cometido la canciller Angela Merkel cuando se fio de Putin y de sus oligarcas. Pero dos años después empiezo a pensar que, tal vez, ella tenía razón. Europa y Rusia habrían formado un bloque formidable. La industria, la capacidad innovadora y los inacabables recursos naturales de ambas potencias nos habrían puesto en línea de competición con los Estados Unidos, China y los emergentes países BRIC. Unir Rusia a Europa no es nada nuevo. Ya lo intentaron Pedro I, Catalina la Grande y también Gorbachov, pero nunca fue bien. Según explica Putin, la culpa ahora es de los anglosajones. A su modo de ver, norteamericanos e ingleses quisieron someter a Rusia después de haberlo conseguido con Europa, «a cuyos pueblos llaman cínicamente aliados cuando, en realidad, son esclavos sin soberanía». Es curioso, porque Putin cita expresamente a Alemania, Francia y España como víctimas de estos anglosajones «racistas, colonialistas y depredadores de riquezas». Bueno, escribo esto después de asistir al Foro El Económico y de quedarme con la idea de que estamos en guerra comercial con los chinos, los americanos y a las puertas de un conflicto militar con los rusos. Y pienso que los 400 millones de europeos vivimos en un estado del bienestar que hace aguas con el convencimiento de que, si caen chuzos de punta, nos rescatarán los americanos, como siempre. Pero nos hemos olvidado de que somos irrelevantes. Y eso no lo dice Putin, lo dice Trump.