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De pequeño pasaba con mi hermano y mis padres los veranos en Lluc. Aquello era un verdadero paraíso con su piscina, sus buitres leonados enjaulados, el frontón, el camello, el padre Barceló más su pastor alemán, la coca de verduras de la tienda de la plaza y la cueva de las Brujas. Entonces, principios de los setenta, muchas familias veraneaban en Lluc: era muy barato hospedarse y se disfrutaba de esa maravilla que es la Serra de Tramuntana. Dicha sierra Norte corre de sudoeste a noroeste. Se trata de una espina dorsal, entre los cabos de Formentor y sa Mola, de unos 90 km de longitud y de entre 10 y 20 km de base. Quebrantan tan largo accidente idílicos valles, escalonados y longitudinales, zigzagueantes carreteras e indescriptibles paisajes terrestres y marinos a cual más pintoresco.

Surge, dicha formación, en la extremosa Dragonera y en las tierras del Pariatge (Andratx), donde altaneras se levantan la silueta del Galatzó (1.026 m) para terminar en la península de Formentor. En su centro la crestería sube estrepitosamente sobrepasando los mil metros en el Puig de l’Ofre, que empareda el valle de Sóller y por el otro lado mira al Pla de Cúber. Montañas importantes de esta sierra son el Tomir (1.103 m) atalaya sobre Pollença; el Massanella (1.352), que tras el Galileu abriga a la venerada Virgen de Lluc, y sobre todo el Puig Major, el pico más alto de Mallorca gracias a sus 1.445 metros coronados por una misteriosa base militar. En el centro se concentran los mayores relieves (entre Lluc y Valldemossa la altitud media llega a los 700 m). La Serra -escribía un cronista del siglo XVIII- «es muy fértil en todo género de árboles, pinos y vientos muy puros». Está habitada desde el 5.000 a.C.; entonces sus moradores se alimentaban de un caprino que se extinguió llamado Myotragus Balearicus. Tras la conquista de Mallorca (1229) por las tropas de Jaume I, los sarracenos se refugiaron en estas montañas. Los piratas berberiscos anduvieron por ella, sobre todo en el siglo XVI y hubo que levantar atalayas para verlos venir. Durante el siglo XVIII se mejoró la explotación del bosque y se pusieron en marcha nuevos cultivos. La alfombra vegetal de estos montes la componen el encinar (por encima de los 650 m) y el carrizo en las bajuras.

Uno de los mayores atractivos de Tramuntana son sus intrincados caminos que permiten proyectar maravillosas excursiones. Si deciden subir al Puig del Teix (1.063 m) pasarán antes por Son Moragues donde se conservan casas de nieve y espacios donde se hacía carbón vegetal. Desde Sóller una impresionante escalinata de piedra cuelga sobre el valle, tras varias horas de marcha se llega a los embalses de Cúber y al Gorg Blau, los cuales desde 1972 abastecen de agua potable a la Isla. Antes de acercarse a Lluc, en Escorca, se halla la capilla de San Pedro que es del siglo XIII. Lluc es, repetimos, un extraordinario centro de excursiones. Una de las clásicas consiste en dar la vuelta al Puig Roig (una ancha montaña que se aprecia en toda su grandeza desde la Cruz). El trayecto se puede hacer en unas seis horas y pasareis por Cosconar y por el fresco llano de Albarca.