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Ya conocen el célebre soneto de Quevedo, «Amor constante más allá de la muerte», aquel que dice: «Polvo serán (mis ojos), mas polvo enamorado». Hoy en día, tal vez sería polvo empantanado porque el amor y el desamor se suceden con una celeridad inaudita. Todos hablan de su ex, todos son novios hasta los noventa años y dicen que es «con derecho a roce», el roce que antes era trocar una mano y ver un tobillo es ahora el intenso frufrú de las sábanas que ni siquiera son de seda.

Tal vez por eso en Zagreb existe un museo único en el mundo: el museo del desamor. Desamor o desafecto es, simplemente, falta de amor. Algo que sobreviene cuando el «amor constante más allá de la muerte» ya cansa y las parejas deciden separarse. Para eso hay que ir a Zagreb, que es la capital de Croacia, situada junto al río Sava, rica en historia y cultura.

El museo también se llama Museo de Relaciones Rotas, por aquello de romper el corazón o romper la pareja que se dice ahora. Allí se exhiben objetos donados por gente de todo el mundo, junto con la historia personal de cada relación malograda. Fue fundado por una pareja croata de nombre complicado para nosotros, Dražen Grubiši y Olinka Vištica, y almacena recuerdos en forma de cartas, fotografías y fetiches de amor particular.

Leo que «ofrece una mirada conmovedora y a menudo humorística sobre las relaciones humanas», y debe de ser verdad, porque aparte de los susodichos corazones rotos también pueden verse muebles rotos en las separaciones que ya no son amistosas y civilizadas, sino más bien violentas y vapuleadas. Lo dicho, «amor eterno más allá de los dos años y nueve meses», que es el promedio que se estima que duran las relaciones amorosas en la actualidad.

Pero algunas parejas duran incluso hasta cinco años y otras hasta se convierten en matrimonios estables, lo cual no es moco de pavo a día de hoy. A mi mujer y a mí nos casó un cura hace ya muchísimos años y nos dijo que debíamos estar unidos en lo bueno y en lo malo hasta la muerte. Al poco tiempo, él salió de cura y se casó con una monja; tienen hijos, son felices y comen perdices.