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Parece que el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, anda un poco despistado con la abrumadora llamada a descolonizar los museos. No me extraña, porque el universo museístico es tela marinera. Cualquiera que haya visitado uno de los grandes museos sabrá que allí se conservan y protegen tesoros del mundo entero. ¿Que algunos fueron obtenidos por medios cuestionables? ¡Sin duda! Pero esa no es toda la historia, ni siquiera la más importante. Porque cuando hablamos de colonialismo las ramificaciones son casi infinitas. Ahora Colombia reclama que se le devuelva el Tesoro de los Quimbayas, un conjunto de arte precolombino que fue un regalo del presidente de aquel país a la reina María Cristina a finales del siglo XIX en agradecimiento al apoyo prestado por España en un conflicto fronterizo con Venezuela. Es decir, España nunca robó o expolió esos objetos. ¿Es lícito entonces reclamar su devolución? Habrá opiniones para todos los gustos. Pensemos en el Museo Arqueológico Nacional de España. En el centro de Madrid, por supuesto. Allí se exhiben los más grandes hallazgos históricos del pasado de toda España. Entre ellos, los famosos Bous de Costitx, tesoro talayótico mallorquín que algunas voces reclaman desde hace décadas. Si Urtasun se pusiera exquisito habría que desmontar por completo el Museo y repartir las piezas por toda la geografía nacional, a cada uno lo suyo. Porque centralizar también es una forma de colonialismo y de usurpación. ¿Verdad? Pero entonces, ¿están todas las provincias, qué digo, pueblos, aldeas de este país preparadas para albergar, proteger y cuidar sus tesoros? Una persona culta, interesada en la historia de España ¿debería recorrer cada rincón del país para conocer las piezas?