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La hostilidad que manifiesta el Gobierno de Pedro Sánchez hacia la remodelación del puerto de Palma es simpatía hacia la ampliación del aeropuerto de Son Sant Joan. O cómo el mismo argumento sirve a su propósito y al contrario. El Ministerio de la voz de su amo, Óscar Puente, rechaza el plan de la Autoridad Portuaria de Baleares porque, según los sanchistas, que ponen palos a las ruedas del proyecto, pretende crear una zona recreativa de bares y restaurantes frente a la Seu y un nuevo espacio de lujo para «ricos» por la idea de nuevos amarres de yates de gran eslora. Al mismo tiempo, ese mismo departamento gubernamental, en este caso a través de Aeropuertos Nacionales (AENA), tiene previsto convertir toda la zona de control de seguridad del aeropuerto de Palma en un descomunal vestíbulo comercial. Para el primer paladín de la extracción de la riqueza de Balears, AENA, no hay bastantes comercios en las dependencias aeroportuarias, ni es suficiente someter a los pasajeros, sean o no turistas, a circular por un laberinto de tiendas para poder acceder a las salas de embarque. El bombardeo comercial empezará antes, en la actual zona de revisión de seguridad, que quedará junto a los mostradores de facturación, con una moderna tecnología cuyo objetivo es acortar el tiempo de control y así ampliar el forzoso deambular comercial. ¿Por qué el aeropuerto sí y el puerto no? ¿Porque en la Autoridad Portuaria actualmente el peso de las decisiones ya no corresponde al sanchismo y sus aliados? Al regreso de una delegación sanchista que viajó al Ministerio de Puente, con Francina Armengol como introductora de embajadores desde su mirador del Congreso, el factótum de la presidenta en Balears, Iago Negueruela, afirmó, todo ufano: sí, lo hemos parado (lo cuenta José Luis Miró en Gaceta Náutica) refiriéndose a la reforma del puerto.
A grandes trazos, la propuesta para el puerto prevé el traslado de la zona industrial que ahora opera frente a la Catedral al Dique del Oeste. Una magnífica ocasión para acrecentar las capacidades de una actividad, astilleros, reparación y mantenimiento de embarcaciones, de gran importancia económica y con una espléndida proyección de futuro y para que la reiterada necesidad de diversificar el modelo económico no sea solo una frase hecha. En Alcúdia, los sanchistas reclaman la creación precisamente de una Formación Profesional especializada en el arreglo de barcos. Probablemente no se hablan con Negueruela con la debida frecuencia.

El Moll Vell es hoy un polígono industrial en el corazón marítimo de Palma cuyo traslado haría posible la recuperación ciudadana de un paisaje que hoy solo es un recuerdo en una foto amarilleada por el paso de los años, el Passeig de la Riba; aparte de poder disponer de terrenos para otras iniciativas como el Museo Marítimo y una escuela náutica (Juan Poyato también en Gaceta Náutica). Y si el problema ha de ser la apertura de bares y restaurantes que sólo haya jardines y unos bancos desde los que contemplar el mar. El riesgo de una mayor masificación turística es la principal descalificación del proyecto del puerto. Sin duda requiere de muchos estudios y reflexión sosegada. Como es de suponer que se habrá hecho con el aeropuerto. Pero, ¿en un lugar, sí y en el otro no?