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El bar de barrio tiende a integrarse en la comunidad, establece vínculos con los vecinos y los conflictos son residuales. La relación en zonas transformadas en espacios de ocio es muy diferente. El bar familiar desaparece en favor de grandes propietarios y franquicias que hacen caja con turistas y población desvinculada del territorio, ajenos a las necesidades de la población residente que acaba marchándose, como ocurre en sa Llonja.

El Ayuntamiento ha decretado una ampliación de terrazas en esta plaza, por un acuerdo con la Asociación de Restauradores, supuestamente para evitar su amenaza de pedir compensaciones patrimoniales millonarias por el cierre de las terrazas a las 23.00 horas, decretado en 2019 y que el Ayuntamiento perdió en tribunales por no documentar las circunstancias que lo justificaban, como la saturación y el ruido que hacía imposible el descanso nocturno de los residentes. Pero para proteger los intereses ciudadanos había alternativas diferentes a ceder al chantaje de los restauradores, como incrementar la tasa de 0,64 euros al día por metro cuadrado que se paga por terrazas de la zona de categoría ‘especial’, en las que un café y una infusión cuestan 7 euros. Los vecinos reclaman una ciudad hecha por y para quienes la habitan, que no se transforme en un decorado, vacío y sin vida, para turistas y consumidores ocasionales que puedan pagar esos precios y explotada por empresarios, sin arraigo ni límites, por una tasa ridícula gracias a gobiernos institucionales que se ponen a su servicio.