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Son Banya vuelve a ocupar páginas y portadas de periódicos. Lo hace cíclicamente, porque nadie ha tenido nunca la voluntad clara de acabar con el poblado gitano y porque los narcotraficantes que ahí viven y trabajan llevan impidiéndolo desde hace décadas esgrimiendo el racismo como excusa. Por eso es una buena noticia que se haya derruido la montaña de mierda que habían colocado para poder continuar vendiendo droga e impidiendo a las fuerzas del orden sus actuaciones. Son Banya jamás debería haberse construido, pero sobre todo, hace mucho tiempo que debería haberse demolido por completo. El estigma que acarrea una buena parte de la etnia gitana se deriva, en Mallorca, de la presencia de este poblado chabolista y de sus actividades y en muchos casos han pagado justos por pecadores. Hay que demolerlo, encarcelar ad eternum a los narcos e integrar en la sociedad a todos los demás. Pero ya.