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Palma quiere ser París. Por eso ha levantado un arco de triunfo. Los franceses lo elevaron para conmemorar la victoria en la batalla de Austerlitz. Nuestros particulares Bonapartes del Consell sitúan este artefacto triunfal en la Rambla para recordar a santa Catalina Tomàs, la mística mallorquina, cuyos restos reposan en la iglesia de Santa Magdalena en una vitrina de cristal como si de un personaje de cuento se tratara. Este verano, parece que aparte de saturación turística, Palma se lía con las urnas y sus traslados. Hay huesos que es preferible dejarlos en capilla.

Si la ética es estética, a cuento de qué levantan un artefacto que así, de soslayo, parece la puerta de entrada a la feria de abril, para rendir homenaje a una mujer cuya vida y literatura la sitúan entre las grandes de la mística española. A la altura de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. No he leído sus Cartes Espirituals, una ‘joya’ según Josep Maria Llompart.

Dolça Mulet, aquella presidenta del Consell de Mallorca, íntima de Maria Antònia Munar, nos colocó en el mapa de los despropósitos con la exposición, también en una urna, del ‘Libro más pequeño del mundo’, que resultó para sonrojo popular ser un librillo que se podía adquirir por internet a cambio de unos eurillos. El minúsculo incunable era un facsímil. En su pequeñez contenía el padrenuestro. Han pasado veinte años. No estaría de más revisar hemeroteca para comprobar que no solo el modelo turístico se intensifica, también las maneras estéticas.

Plurales y heterodoxos. Escuchamos a la ejemplar Liv Ullman decirnos en su paso por el Atlàntida Mallorca Film Festival que «las islas son lugares donde podemos encontrarnos con nosotros mismos». Lo cierto es que he tenido que salir unos días para encontrarme, no sé si conmigo pero sí en silencio, en un lugar al margen de esta locura. Creo que Liv y santa Catalina se llevarían bien. No puedo borrar la imagen de la actriz noruega en la inmensa Gritos y susurros del añorado Bergman. En cada gesto, en las inclinaciones de las comisuras de sus labios, silencios. Muy duros de contemplar. Místico también el director sueco.

No sé qué me ocurre hoy. Pensaba dedicarme al mundo arco de triunfo, dedicarle unas coplas a la feria que día a día se está convirtiendo esta ciudad nuestra cuyo alcalde entiende que atajar el tema de una óptima movilidad en clave verde, en el menos es más, apuesta por construir más aparcamientos. De trenes, de carriles bici, de aumentar frecuencias en transporte público, rien de rien. Somos herederos, también en esto, de la España postfranquista, que no paró hasta que se subió al 600.

Ay santa Catalina Tomàs, ora por nosotros porque los mismos que te levantan un arco, insisten en mantener un modelo económico que daña el entorno, nuestra salud y nuestro ánimo. Vamos a necesitar unos cuantos rezos, amor del bueno y mucha suerte. ¿Qué me pasa hoy? ¡Cosas de la mística!