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Bajo el título: «Cossos. Diàlegs amb Matias Quetglas» se presenta en la Sala Municipal del Roser una exposición de pinturas de Matías Quetglas, acompañado de ocho pintores, escultores, artistas y fotógrafos que colaboran con él en torno al tema del cuerpo humano. La exposición estará abierta hasta el día 2 de noviembre, y el comisario es Carles Jiménez, que explica que la iniciativa pretende presentar un diálogo plural y enriquecedor en torno al cuerpo humano como motivo del arte. Los participantes, además de Matías Quetglas, son David Arguimbau, Batuel Bayarri, Gianna Carrara, Josep Moncada, Ana Llorens, Marina E G, Toni Riera y Mapi Rivera. Se puede ver pintura, dibujo, fotografía, performance, escultura y proyecciones audiovisuales.

Entre los participantes impacta la obra de Josep Moncada por su originalidad y detallismo. Una obra atormentada por el poder el agua que distorsiona la realidad con solo sumergirse en ella. Descompone los rostros, las ropas y evoca una angustia casi onírica. No quisiera olvidar el trabajo de los demás artistas colaboradores, que han puesto lo mejor de sí mismos en esta muestra.

Matías Quetglas salió hace tiempo del realismo para refugiarse en el figurativismo. Sus figuras han adquirido soltura con los años, y les han crecido algunas partes del cuerpo como los pies y las manos. Conoce perfectamente el terreno que pisa, y pinta con total libertad. Su temática preferida son los pintores y las modelos tal como salen de su imaginación. Ha creado un estilo propio bien definido que procede del dominio de la figura y los materiales, que pretende narrar escenas y hasta pequeñas historias con imágenes. No creo que sus cuerpos dialoguen demasiado con nadie, pese a que Matías es un hombre muy dialogante. Le veo más bien encerrado en sus estudios de Madrid, Navalperal y Ciutadella, empeñado en dar rienda suelta a sus criaturas, sin preocuparse de las modas en pintura ni de los cánones de belleza. Es la hora de pintar y esculpir con felicidad, lejos de la dictadura del modelo y de cualquier otra clase de dictaduras. Sí, es la felicidad de pintar.