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Hace unos días se cumplió un año desde que el aspirante a presidente, Pedro Sánchez, declarara en La Sexta: «¿Qué pedía el independentismo? Pedía la amnistía. Antonio, yo entiendo que estamos en campaña, pero el independentismo pedía la amnistía y un referéndum de autodeterminación. No ha habido amnistía ni ha habido referéndum. Ni lo habrá. Por convicción personal y política». También manifestó Sánchez la necesidad de endurecer el delito de rebelión, que luego hizo desaparecer del Código Penal, su compromiso rotundo de no pactar con Bildu, con el que luego pactó, o el de poner en manos de la Justicia al sedicioso Puigdemont, a quien más tarde le ha extendido una alfombra roja para facilitar su vuelta.

Pues bien, el TS ha venido a darle la razón a él y a todos los ministros que se manifestaron con la misma rotundidad sobre la imposibilidad legal de promulgar una ley de amnistía.

Ahora, la Sala de lo Penal del TS, al considerar que la ley de amnistía «vulnera la igualdad ante la ley, los principios de seguridad jurídica, ... y, subsidiariamente, la separación de poderes en un Estado de derecho», les ha venido a dar la razón. El auto es irrefutable y acerbo en cuanto confronta la citada ley con los derechos y principios constitucionales vulnerados.

Pero entre aquellas firmes y rigurosas declaraciones y el auto del TS de ahora se produjo un cambio de opinión sincronizada del Gobierno y de los medios que le jalean al necesitar Sánchez los votos de Junts para poder gobernar. Ese pequeño detalle consiguió que, con idéntica sincronización, uno y otros cambiaran de opinión y lo que unos meses antes era negro azabache, ahora fuera blanco tiza, aduciendo que todo era por conseguir zanjar el ‘procés’ y echar a andar cogidos de la mano. Desde el primer momento quedó desmentido el burdo engaño al asegurar los sediciosos que lo volverían a hacer. Además, lo que se vendió como pacto de legislatura no ha sido más que un acuerdo para la investidura, por lo que, a cada paso, el presidente está produciendo grietas y rasgaduras al Estado, en forma de vergonzosas concesiones al aceptar chantajes al margen de la ley.

Pedro solo puede seguir en Moncloa si se somete al chantaje de los que le sostienen para destruir España.