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Las democracias liberales como la nuestra requieren, para su consolidación, cierta estabilidad institucional y la existencia de contrapesos; para ello es necesario que concurra la posibilidad de la alternancia política. Por esa razón, las renovaciones en los liderazgos de los partidos son necesarias y se suceden, tradicionalmente, cuando, tras gobernar, se pierden las elecciones y/o el gobierno. Si bien, al PSIB le va a ocurrir con Francina Armengol como le ha pasado a los republicanos con Trump, donde algunos se las prometían felices cuando perdió las elecciones para seducir a los votantes con otro candidato del lado del ‘elefante’, no obstante, al tener un control férreo para que no haya opciones dentro del partido, volverá a ser él el aspirante; la expresidenta ha anunciado que va a seguir al frente como alternativa al actual Govern, impidiendo cualquier atisbo de renovación socialista en el futuro más inmediato, con algún alcalde o candidato que hubiese obtenido en su municipio un resultado superior al 26,5 % del PSIB con Armengol al frente en 2023, ‘condenando’ a los baleares a otro Prohens-Armengol dentro de 3 años.

Armengol ha sido presidenta de las dos instituciones más significativas en nuestras Islas gracias, principalmente, al resultado electoral exitoso de otros, no al propio, perdiendo apoyo ciudadano después de haber gobernado en las dos ocasiones, y sin asumir ningún tipo de responsabilidad política.

En 2007 se presentó para presidir el Consell de Mallorca, venciendo la actual eurodiputada popular Rosa Estaràs por una diferencia del 15 %; sin embargo, gracias al resultado cosechado por la Unió Mallorquina de Maria Antònia Munar, y de su decisión de no apoyar al PP, fue presidenta. Cuatro años después, en 2011, perdió, tanto en apoyo ciudadano –pasando del 30 % al 23 %– como en la posibilidad de mantener la presidencia sumando con otros partidos.

A pesar de este descalabro electoral, optó por la presidencia del PSIB, al permitir la renovación el expresident Antich, para asumir ser la aspirante socialista en las elecciones autonómicas del 2015. En esas elecciones tuvo el peor resultado de la historia del PSIB, con un 18 % de apoyos, aunque gracias al éxito electoral de un nuevo partido que representaba un movimiento nacional como Podemos –y la no consolidación de José Ramón Bauzá del lado popular– pudo ser presidenta, y lo ha sido mientras la formación morada ha tenido fortaleza parlamentaria. En 2023, al obtener sólo un diputado, ha dejado de serlo.

Armengol no se ha consolidado como ‘baronesa electoral’ al estilo del socialista García-Page en Castilla-La Mancha o del popular Feijóo en Galicia, quienes, teniendo los vientos de las siglas de sus partidos soplando desfavorablemente en toda España, han mantenido con mayoría absoluta sus gobiernos autonómicos, de ahí que se pueda llegar a la conclusión de que Armengol es una ‘buena candidata’ desde la perspectiva de los populares.

Cabe también deducir que la de Inca es tan ‘valiente’ por percibir, a su entender, debilidades como cartel electoral a la presidenta Prohens tras un año en el Govern y/o un viento favorable a las siglas socialistas o de otro partido de izquierdas –o no–.