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Ya lo siento, ya, chaval. Cuando ya casi habías olvidado lo que te costó convencer a tus padres de que podías ir al colegio sin perderte y no hacía falta que siguieran acompañándote, resulta que ahora que te has hecho mayor ahí los tienes de nuevo: acompañándote a los Juegos Olímpicos. Como si no fuera suficiente responsabilidad tener que competir delante de tanta gente, con los Reyes, la Princesa, la Infanta, el presidente del Gobierno, Begoña, todos pendientes de ti y animándote desde las gradas, tú aquí abajo preocupado porque los demás niños del equipo se van a enterar de que tus padres no han querido que a París vinieras solo. Tranquilo, que no eres el único. Esa es la madre del que juega a pimpón, aquel es el padre del piragüista, y aquellos dos, los padres de la nadadora de sincronizada. Y ya verás cuando le toque a la gimnasta: han venido hasta los tíos. Poco a poco los iremos conociendo a todos porque son los primeros a los que corren a entrevistar los chicos de la radio en cuanto ganan un partido o pasan una ronda. Como a tu madre. Lo emocionada que estaba tu propia madre cuando llegaste a la final, oye. Seguro que ni cuando te dieron las notas de selectividad, ¿a que no? Menos mal que cuando llegó la tercera cadena de radio a hacerle las mismas preguntas dejó ya de llorar. Y es que parece mentira que haya pasado tanto tiempo desde que ibas al cole y hayan cambiado tan pocas cosas. ¿Te acuerdas de los niños malos? Siempre eran los más populares y también tenían padres, pero tú solo los veías cuando los llamaba el director. Como Messi. Como Mbappé. O como Nadal. ¿Has visto tú que alguien les haya acercado alguna vez el micrófono después de un partido a los padres de Messi, Mbappé o Nadal?