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Sin nombres, porque esta pieza no es informativa y casi es un desahogo. O un asunto pendiente desde hace tiempo y que no veía el modo de reflejar. Hay un grupo de gente que siempre me ha parecido que está en el lado correcto de la historia. La otra tarde se celebró en Palma una concentración, no muy numerosa (oí que, a mi lado, una mujer que aparentaba ser turista y comentaba: «En la de Málaga hubo más gente») en contra de la estrategia del Gobierno israelí en Palestina y allí estaban algunas de esas personas a las que me refiero. No todas, porque o no pudieron acudir, han estado otras veces y sus tiempos no son siempre los de la actualidad. De cualquier modo fue una buena muestra y, más allá del objetivo de la protesta, eso me dio pie a volver la vista sobre toda una generación. Pongamos que llegan, han cumplido o están cerca de los setenta años o avanzan a los ochenta. Que jugaron un papel relevante cuando la democracia se estaba construyendo; que hubo quienes se metieron en política para construir ese mundo mejor al que aspiraban (y no es nada malo meterse en política para cambiar las cosas, sino todo lo contrario); que hubo quienes nunca se bajaron del activismo y ni se les pasó por la cabeza formar parte de un proyecto partidista o asomarse a las instituciones, e incluso desconfiaron de éstas (lo que es igual de loable) pero que, de una manera o de otra, han llegado hasta aquí sin desdecirse. Están en Mallorca pero también fuera. Y en todas las actividades. Hay gente famosa, actores, actrices, y también periodistas, que han hecho del compromiso su manera de ser. Les reconoces muy fácil. Incluso en su manera de hablar. Les cuesta decir ‘yo’ o darse protagonismo y hasta se ponen en un segundo plano cuando les preguntan por su tiempo. He conocido, conozco y sé de mucha gente así. De manera despectiva les llaman «los de siempre». Son imprescindibles.