TW
7

Las noches eran la única tregua al tremendo calor. Amalia llevaba solo tres días en el frente de Mallorca y el sol de agosto la había dejado exhausta. Rodeada de oscuridad, agarró el fusil y trató de acomodarse tras la pared de piedra. Conciliar el sueño era complicado. Las piedras del suelo eran afiladas y el tableteo de los disparos no cesaba. Aquello era una locura. Era una simple obrera con una instrucción militar de solo cinco días contra todo un ejército regular. Las alarmas sonaron a las cuatro de la madrugada. El enemigo lanzó un asalto sorpresa sobre su posición. La confusión era total. Unos huían, otros resistían. Al final, repelieron la ofensiva, pero Amalia estaba herida. Una bala le había impactado en el vientre. Sus compañeros la trasladaron cinco kilómetros por caminos imposibles hasta la playa. De allí, al barco y, después, al hospital en Menorca. Demasiado trayecto. Demasiado tarde. Murió a los tres días. Fue la primera y única miliciana caída en acción de guerra en la Batalla de Mallorca.

La memoria de Amalia Lobato Rosique ha sido recuperada recientemente por el historiador catalán Gonzalo Berger. Era originaria de Cartagena, tenía solo 22 años y estaba soltera. Como militante de UGT, tuvo suerte de que la guerra le cogiera en Barcelona. Allí vivió el triunfo de la revolución y el 11 de agosto de 1936 se alistó con entusiasmo a un proyecto totalmente rompedor: la creación del primer batallón femenino. El partido comunista PSUC reunió a una centuria de valientes que se negaban a quedar relegadas a la retaguardia. El día 16 (hoy hace 88 años), cinco días después de alistarse, embarcó con otras 30 milicianas en el puerto de Barcelona rumbo a su primer destino: Mallorca. Una de sus compañeras escribió en su diario: «Se nos hizo una despedida muy cariñosa y entusiástica, entre vítores a la República, la Revolución y las milicias antifascistas». La misión, en ese momento, no parecía difícil.

El 18 de agosto desembarcaron en Punta Amer, en Sant Llorenç des Cardassar, y se desplegaron justo en el centro del campo de batalla, entre las montañas de ses Talaies y el pueblo de Son Carrió. En este punto el avance era muy complicado. El enemigo tenía más de mil hombres bien parapetados. Las líneas llegaron a juntarse tanto que, cuando un miliciano apuntó con su fusil sobre una pared de piedra, un soldado se lo arrebató desde el otro lado.

Y así, en la noche del 20 de agosto, fue herida de muerte Amalia. Como explica Berger, fue la primera mujer caída de las milicias catalanas. Sus restos reposan todavía en el osario del cementerio de Ciutadella.

Según el proyecto Mujeres en Guerra, en los meses siguientes otras 114 milicianas morirían en combate. España fue pionera en la incorporación de la mujer y tuvo la primera capitana con mando en tropa, la argentina Mika Etchebéhère. Pero el sueño duró poco: el batallón femenino sería disuelto y las mujeres obligadas a quedarse en la retaguardia.

El nombre de Amalia está desde 2019 en la lista del Muro de la Memoria del cementerio de Palma. Acompaña a las otras cinco milicianas que fueron fusiladas en Manacor tras caer prisioneras.