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Quizá recuerden aquel famoso programa de televisión de Mercedes Milá, en 1993, cuando inesperadamente el escritor Francisco Umbral se quejó de que no se hablase de su libro (presentado aquel día) con estas palabras «yo he venido aquí a hablar de mi libro y si no se habla de mi libro me levanto y me voy porque no me interesa la opinión del personal».

Viene a cuento porque resulta impresionante la incapacidad del ciudadano y del político español para debatir sosegadamente sobre cualquier cuestión sin que salte rápidamente «y de lo mío, ¿qué?». Es decir, no me hable de lo suyo, yo quiero hablar de lo mío.    Lo triste es que lo mío suele empezar con «y tú más». Aquellos que escribimos en la prensa nos encontramos que a menudo somos criticados por lo que no hemos escrito pero que alguien consideraba que era prioritario. Si escribo sobre el PSOE, rápidamente me recordarán las vergüenzas del PP y si escribo del PP, me recordarán los casos de corrupción del PSOE.

Si me pongo a escribir sobre el vergonzoso viaje de Puigdemont, a Barcelona («ahora me veis, luego no me veréis»), solo posible con el consentimiento y complicidad del gobierno, me saltará un seguidor de Pedro Sánchez para espetarme que a Rajoy se le escapó Puigdemont. ¿Y qué? ¿Acaso este precedente disminuye la responsabilidad del actual gobierno? Además, a Rajoy «se le escapó» pero Sánchez ha dejado que se escape. Mientras que Rajoy ya pagó un precio muy elevado por sus pecados, perdió el gobierno en una moción de censura planteada por el PSOE de Sánchez, éste sigue conchabado con presuntos delincuentes y prófugos.

Si los corifeos de Sánchez destruyen cualquier atisbo de diálogo para desacreditar a los disidentes es muy difícil debatir. No puedo aceptar que el debate se inicie con el desprecio, describiendo los males bíblicos que aquejan a ‘los otros’, negándoles cualquier posibilidad remota de que en un instante de lucidez transitoria puedan hacer algo aceptable. La extrema polarización de la vida política divide a las familias, encrespa los ánimos y conduce el debate no a exponer los argumentos sino a machacar a ‘los otros’

¡Qué envidia hace unas semanas viendo la apertura de la nueva legislatura de los Comunes en Westminster con un primer ministro derrotado hablando de unos y otros con exquisita educación y respeto político! Aquí tenemos un ministro insultando y amenazando a la gente en las redes sociales

En el debate hay que aceptar que la verdad y la razón no residen siempre en los mismos. Yo no quiero hablar de mi libro como Umbral. Quiero que se respete mi libertad y se me critique por lo que digo, no por lo que otros quisieran que dijera.