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El lunes 5 de agosto amaneció con los resultados en las caídas de las Bolsas de Japón y de Estados Unidos. La sacudida se extendió a otros parqués mundiales, con retrocesos en las Bolsas europeas. Desplomes notables que, en el caso nipón, llegaban a más del 10 %. El temor a una nueva recesión planeó, entonces, en la cabeza de muchos analistas, que trasladaron esa preocupación a la opinión pública. Se buscaron posibles causas, y se adoptó la tesis de que esos movimientos tan negativos en la renta variable se debían al miedo a una crisis en Estados Unidos, a pesar de que la espoleta se había activado en el índice Nikkei de la Bolsa de Tokio. Sin embargo, unos elementos concretos ayudan a explicar lo sucedido que, por el momento, está alejado de la llegada de una depresión en la economía. Pensemos, no obstante, que todo se está moviendo en un contexto extremo de volatilidad e incertidumbre. Cualquier opinión categórica debe ser tomada con suma cautela.

Vayamos a Japón, y disculpen por el relato técnico, pero es necesario. Las empresas niponas estaban endeudadas en yenes, con el acicate de unos bajos tipos de interés en Japón desde hace ya muchos años, hasta fechas recientes. En efecto, la subida de tipos por parte del banco central supuso que las empresas quisieran saldar sus deudas en yenes. Esto, obviamente, incrementó la demanda de esa moneda, encareciéndola. Y esa sobrestimación ha tenido un corolario en el sector exterior de la economía: la reducción de las exportaciones japonesas que, por el tipo de cambio -un yen más caro- han elevado sus precios y, por tanto, las ventas niponas se han contraído. Recordemos que uno de los grandes motores de la economía de Japón son las exportaciones. Esta inestabilidad es la que, al parecer, se ha trasladado al mercado de valores en Tokio.

En Estados Unidos, se conoció hace pocos días el último dato de la tasa de paro: un 4,5 %, que se incrementaba en unas pocas décimas. Notemos que ya esa tasa es bajísima; pero un ligero aumento indujo al temor. El dinero no admite el más mínimo ruido. Analistas estadounidenses culpan a la Reserva Federal, por no bajar los tipos de interés. Algo que, ahora, deberá hacer el banco central de Estados Unidos, para atajar más dudas.

Tres factores son importantes en todo esto. Primero: estamos en agosto, un mes en el que las transacciones son menores, por ser para muchos operadores un tiempo vacacional. Los vaivenes bursátiles en estas semanas suelen prodigarse. Segundo: históricamente, las recesiones económicas suelen venir precedidas de caídas en las tasas de beneficio empresariales. Esto no se está produciendo en estos momentos en Estados Unidos, a pesar de que se están generando ajustes importantes en las grandes empresas tecnológicas. Tercero, los desarrollos exponenciales en un mercado en muchas ocasiones especulativo, como es el bursátil, conducen a movimientos de ventas de acciones cuando se ha alcanzado un nivel que los inversores consideran adecuado. Y recompras posteriores. Se trata de reajustes internos que no siempre tienen relación directa con la economía real. El viernes: recuperación. El temor, a la espera.