TW
1

Reflexionar en nuestro tiempo libre mirando al mar recarga la energía, la mente y las emociones, y nos prepara para afrontar lo que pueda deparar un futuro cada vez más incierto. Para quienes vivimos en Mallorca es un lujo que podemos ejercer con cierta facilidad, y la magia del Mediterráneo nos impregna de tal manera que confirma las palabras de Serrat: «Llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya». Pero añade el poeta: «…también tengo en la piel el sabor amargo del llanto que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul...», unas palabras que hacen que su Mediterráneo, aunque lanzado en 1971, describa la otra cara de la triste realidad de nuestro mar.

Para la UE, la región mediterránea es un área prioritaria, de gran importancia estratégica, donde se han volcado enormes esfuerzos para diseñar marcos de cooperación buscando la paz, la estabilidad y la prosperidad de la región.

El año que viene se cumplirán 35 años del Proceso de Barcelona, el gran proyecto de cooperación lanzado en 1995 durante la primera conferencia euromediterránea, donde Felipe González y Helmut Kohl acordaron poner en marcha, a la vez, una gran política europea hacia el este, a iniciativa alemana, y una política igualmente importante hacia el sur, hacia el mediterráneo, a iniciativa española.

El coordinador de la Conferencia fue el embajador mallorquín Gabriel Busquets, experto en la zona, a quien el pasado mes de abril tuvimos el placer de escuchar en una conferencia que organizó en Palma el Consell de les Illes Balears del Movimiento Europeo (CIBAME).

El objetivo de Barcelona era claro: crear una zona de paz y estabilidad, de prosperidad compartida y un espacio de diálogo e intercambio entre personas. Pero es evidente que casi 35 años de cooperación no han dado todos los frutos deseados y que, para alcanzar los objetivos, queda mucho camino por andar.

La guerra de Gaza, la preocupante situación en Libia, o la fuerte tensión entre Argelia y Marruecos indican que la paz y estabilidad en la región lejos de mejorar ha empeorado. La brecha económica y social entre las dos riberas continúa, y la región está lejos de ser una zona de prosperidad compartida, el mar que debería unirnos es más una frontera donde cientos de personas pierden sus vidas, y seguimos buscando que el Mediterráneo sea el mar de unión, cooperación y desarrollo común que deseábamos.

La imposibilidad de la UE de cumplir con los objetivos de Barcelona probablemente requiera una reorientación de su política. Redefinirla, sin olvidar que, además, es una de las regiones más afectadas por el calentamiento global y que está sometida a una enorme presión humana, debería ser una prioridad para las nuevas instituciones europeas surgidas de las pasadas elecciones.