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Los turistas tienen mala fama desde que los turismófobos consideran al forastero como el que contamina y diluye la pureza local (Chapu Apaloaza, ABC) y algo de eso está ocurriendo, no sólo en Balears por cierto, donde los más dependientes del negocio turístico comienzan a temer que el decrecimiento, bandera del Fòrum de la Societat Civil y de la izquierda en general, sea una realidad por la vía de los hechos, al proyectar una imagen de las Illes Balears como territorio hostil al turista. Razón de más para tomarse en serio las manifestaciones ciudadanas críticas (Sebastian Eber, alto ejecutivo del turoperador TUI).

Aunque pueda crear un cierto resquemor la contraposición que plantea el Fòrum de la Societat Civil entre ellos mismos, asociaciones que pretenden mejorar la vida de las personas, y los partidos políticos, porque tienen intereses ideológicos y electorales, por lo que pueda significar de confrontación entre la democracia representativa y la de foros y lobbys, apelan al intervencionismo público – prohibición del alquiler turístico irregular, restricción de cruceros, limitación de vehículos de alquiler… – para alcanzar el ansiado decrecimiento. Menos turistas pero mejores es el mantra que se repite como la alternativa in péctore de la masificación actual, pero no lo considera así el Fòrum que reivindica el derecho universal al ocio y la educación a través del turismo, frente a lo que supondría convertir Balears en destino exclusivo de los ricos. Un camino que conduce a los precios de Eivissa o de Mónaco, como ha puesto de manifiesto la agente inmobiliaria, Patricia Bauzá, que señala sin ambages las causas de la falta de vivienda a precios razonables: los mallorquines pretenden vender o alquilar a un extranjero porque esperan obtener más dinero. No hay inocentes.

Los millones de turistas que anualmente vienen a las Islas ejercen ese derecho al ocio. Ante la contradicción con el objetivo de menos visitantes que gasten más, se pone el acento en el modelo cuya principal lacra es la de desarrollar cualquier proyecto con fines básicamente turísticos. Por algo será. Y es lo que se quiere cambiar. ¿Quién puede estar en contra del «crecimiento ecológico, de la diversidad económica, de la calidad de vida» (Jaume Garau, portavoz del Fòrum)? El decrecimiento comportará la pérdida de puestos de trabajo pero no hay que preocuparse porque «se pueden redirigir a otros sectores». Bellas palabras. Cuestión de fe.

Se venden los casals del casco antiguo y las possessions de la part forana para hacer explotaciones turísticas; en muchos casos, los mismos edificios que se caían a pedazos. La propuesta surgida del congreso de turismo del Fòrum plantea un plan de usos de los espacios patrimoniales para que sigan vivos y no se conviertan en hoteles. Sin duda precisará explicar la letra pequeña. Porque casals y possessions tiene propietarios. Y algo tendrán que decir. Los turismocríticos se reúnen con hoteleros y tour operadores para explicar sus planteamientos. Y pueden llegar a coincidir en erradicar lo que consideran la raíz del mal, el alquiler turístico y no solo el irregular; las plazas hoteleras, sin embargo, no se tocan. En cualquier caso, mal iremos si nos quedamos con el turismo, sus efectos, como instrumento de desgaste político.