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El mundo ha perdido a la persona más longeva del mundo. Una mujer. María Branyas. Tenía 117 años. Se apagó su luz este lunes 19 de agosto. «Ha muerto como ella quería: mientras dormía, tranquila y sin dolor». Es el texto que ha escrito la familia en un tuit. Estar al día. Es el yerno quien estaba a cargo de dejar testimonio, medido, con discreción, en la red social.

Paradojas de la vida, la X pertenece a quien busca eternizarse, ese hijo de las tinieblas que es Elon Musk, un visionario y delirante a la vez. Al igual que los millonarios Jeff Bezos o Peter Thiel quieren ser inmortales. Eternos. Pavor a cruzar la laguna estigia. Alcanzar el temible Averno. Un clásico.

María Branyas se ha ido plácidamente. Reconforta que entre sus últimas frases dejara éstas: «Un día que desconozco, pero que está muy cerca, este largo viaje habrá terminado. La muerte me encontrará gastada de haber vivido tanto, pero quiero que me encuentre sonriendo, libre y satisfecha». En su legado, la bonhomía, ganas de vivir y un espíritu de superación a prueba de dos siglos marcados por las guerras, las hambrunas, la violencia.

He mirado y escuchado vídeos de la mujer que hasta hace una semana era la más anciana del mundo. Su afabilidad, su buen humor, su manera de hablar, pausada y a la vez enérgica, es esperanzadora. Hoy me entero de que el filósofo Byung-Chul ha escrito El espíritu de la esperanza, su último libro, que nos iluminará a partir de septiembre. Tras dejarnos reflexiones diana sobre el capitalismo y el neoliberalismo -ese que representan los mega millonarios ya nombrados, los señores de la X-, el coreano atiende y entiende que hay que dar paso a la esperanza para salir del miedo, el señuelo que usan los de arriba para acobardar a los de abajo y volverles dóciles. La poesía es un arma cargada de futuro. Sí, querido Paco Ibáñez.

Queremos ser eternos. El conde Drácula bebía la sangre de sus víctimas para eternizarse. La parabiosis, transfundir sangre joven a cuerpos mayores, es de principios del XX. Bryan Johnson se está gastando un fortunón para rejuvenecer su edad biológica gracias a las transfusiones de su hijo de 17 años en el Project Blueprint.

La nuez de alcanzar y superar el siglo está en renovar las células. Se ha descubierto que los telómeros son clave para quedarnos un poquito más en territorio comanche. Avances en genética, biotecnología, la ya sempiterna Inteligencia Artificial, son como los jinetes del Apocalipsis de la Eterna Juventud. Sí, pero vivir más ¿cómo, con quién, dónde, en qué condiciones? Si vivimos más, enfermaremos más. ¿Habrá salud pública para pagarnos el alivio de la enfermedad? O de lo que se trata es de que se mueran los pobres y se eternicen los ricos.

El misterio de vivir, cómo hacerlo quizá se encierre en hacer el bien como dijo María Branyas. Y comiendo sus tortillas de patatas. ¡Buen provecho!