Guerra de guerrillas (mediática) y sórdidas venganzas al más puro estilo socialista-antiquiano, de raíz venezolana pasada por Algaida. Esa parece ser, a catorce meses vista de su dramática derrota en todos los frentes, el programa de la izquierda insular. Van a iniciar el nuevo curso político, pues, cargados de viejos resentimientos y de torpeza enquistada.
Dos vienen siendo sus objetivos, dos: el desgaste de la presidenta Prohens a través del sórdido episodio de Le Senne –un asunto, dicho sea de paso, que solo ha concitado el interés de políticos y periodistas, su morbosa endogamia– y la caza y captura de Joan Monjo por haber cometido la osadía de pactar con el PP, partido que le ofreció mejores condiciones –para el pueblo, no para él– en los días posteriores al 28-M. Si el alcalde de Santa Margalida hubiese llegado entonces a algún tipo de acuerdo postelectoral con Catalina Cladera –en unas conversaciones que mi paisana manejó con torpeza y altanería–, a buen seguro que no sufriría ahora las acometidas de los burdos estrategas del socialismo isleño y sus terminales mediáticas. Me duele en el alma que mi paisana esté ahora en el centro de esta grosera ofensiva. De verdad te lo digo, querida Catalina, qué pena y qué bajeza.
Monjo anunció «cinco días de reflexión» en los días previos a las fiestas de la Beata, que la izquierda local pretendió deslucir a través de su ausencia en el palco de las autoridades y las vanidades, qué cosas. Personalmente, creo que las declaraciones del vilero fueron un ejercicio de inteligente sarcasmo, un obús isleño contra Pedro Sánchez y su delegación insular armengoliana. Mi sincera opinión: con Monjo no van a poder. Cierto que le han herido en lo más delicado para una persona de bien: su familia. Qué me van a contar a mí de las típicas maniobras socialistas contra la familia de uno para que se acojone y se rinda, querido Joan. Pero al político de Santa Margalida le sobra inteligencia para resistir las embestidas de los tontos resentidos. No voy a entrar, por supuesto, en el tema del intríngulis burocrático sobre el agroturismo, que tanto obsesiona a algunos ‘plumillas de granja’, que es lo que priva ahora en el periodismo patrio. Solo diré –y, si me equivoco, no tendré ningún empacho en reconocerlo– que este desgraciado asunto permitirá a Monjo grabar otra muesca en la culata plateada –con relieves de nácar– de su revólver. Así lo veamos, como dijo el ciego.
2 comentarios
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Victor TillaMagnífica contestación pará un Burdo Plumilla.
Señor Segura, resulta evidente que usted desconoce la realidad de la situación que aborda o, en su defecto, la tergiversa deliberadamente en favor de sus intereses, lo que no deja de ser preocupante. Su alineación acrítica con las posiciones del señor Monjo revela una ceguera manifiesta ante hechos objetivos que, de no ser por ignorancia, denotan una peligrosa complicidad con la opacidad administrativa. Le informo que el agroturismo en cuestión carece tanto de plazas turísticas como de la licencia correspondiente, tal y como lo evidencian los registros recientes. Además, en una inspección llevada a cabo recientemente, la falta de transparencia en la información proporcionada es, cuanto menos, cuestionable. Señor Segura, usted incurre en una demagogia burda, carente de rigor y alejada de los principios de la verdad. Ignorar los hechos, distorsionarlos o simplemente mentir supone una grave afrenta a la inteligencia de aquellos a los que usted se dirige. Sea cual sea la justificación de su postura, el tiempo y la verdad le dejarán en evidencia. Antes de continuar con sus acusaciones y respaldos infundados, le insto a que se informe de manera exhaustiva y realice una reflexión severa sobre las consecuencias de sus palabras, especialmente en un contexto en el que la claridad y la verdad resultan esenciales. Con respecto a la grotesca caricatura que usted elabora sobre una supuesta "guerra mediática y venganzas sórdidas", permítame recordarle que no estamos aquí para interpretar un drama político inspirado en maniqueas luchas de poder. El pacto entre Monjo y el PP, al que usted hace referencia con tanto fervor, no es más que un acto más dentro del juego político, en el que no existe lugar para victimismos ensayados ni para épicas personales que usted parece querer construir. Es lamentable que intente disfrazar un simple acuerdo electoral como una cruzada heroica contra enemigos imaginarios, todo ello con el fin de desviar la atención de lo que realmente importa: la legalidad y la transparencia de la gestión pública. Le exhorto, por tanto, a abandonar la falacia en la que se ha sumergido y a encarar los hechos con la sobriedad y el rigor que merecen.