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Sábado, 7 de septiembre de 2024. En la reunión del comité federal del PSOE, Pedro Sánchez, secretario general del partido y presidente del Gobierno, interviene explicando el lema ‘Impulso de país. España avanza’. Dice «vamos a avanzar con determinación en esa agenda, con o sin apoyo de la oposición, con o (Pedro Sánchez parece darse cuenta de la barbaridad que va a decir, balbucea, busca una corrección que no encuentra y sigue) sin el concurso de un poder legislativo que necesariamente tiene que ser más constructivo y menos restrictivo».

Silencio en la sala, ni un murmullo, ni un comentario, ni por supuesto ninguna voz que se levante y diga «esto que has dicho es inadmisible». Un presidente del Gobierno que ha alardeado hasta la extenuación, de tener una mayoría de progreso detrás de él, ahora manifiesta que está dispuesto a gobernar sin el concurso del parlamento, entre otras razones porque es «restrictivo», es decir, no va por donde él quisiera.

Me produce enorme tristeza que nadie en el PSOE haya levantado la voz para decirle a Sánchez, te equivocas, es justo al revés, sin una mayoría parlamentaria, no hay gobierno porque gobernar es aprobar leyes, respetando la autonomía del poder legislativo y de paso, también del judicial.
Nunca el PSOE que he conocido desde dentro había estado tan aletargado y sumiso como ahora ante su líder intocable. Nunca. En su mejor momento, Felipe González tenía que negociar con sectores o corrientes la composición de la ejecutiva, los textos de las resoluciones de los Congresos. Sabía que había grupos o personas que no respaldaban su gestión del partido pero todos se respetaban.
De acuerdo con la Constitución, en España tenemos una democracia parlamentaria. El presidente del Gobierno no es elegido directamente por los ciudadanos sino por el parlamento y con una moción de censura parlamentaria ganada o con una moción de confianza perdida tiene que abandonar el cargo. ¿Por qué insinúa Pedro Sánchez que puede gobernar sin el parlamento? Quizá porque esa famosa mayoría de progreso de la que ha presumido es más falsa que un euro del siglo XIX y más inestable que un elefante sobre una cuerda floja.

¿Estamos ante el aviso de un gobierno autocrático o ante un nuevo despliegue de poder para que quede claro quien manda por encima de todo? Me rebelo ante el silencio de los acólitos de un partido que nunca fue así. Me rebelo ante la indolencia y la sumisión. No se puede poner la democracia en peligro para satisfacer los delirios de Pedro Sánchez ni tampoco para evitar que gobierne el PP.
Los votantes socialistas no deben aceptar el dilema de Sánchez. Solo se puede gobernar con el parlamento. Lo otro no sería democrático.