TW
0

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pregunta de forma periódica en sus encuestas por el principal problema de España. La cuestión en sí es un poco como los interrogatorios en los concursos de belleza. El encuestado tiende a ponerse estupendo solo por la magnitud de la pregunta. Ni más ni menos que los principales problemas de España. Así, como algo mayúsculo. Casi que requiere que le dejen al entrevistado diez minutos de reflexión. Como poco. Puestos a dar testimonio de algo tan grave en un estudio institucional que queda para análisis de sociólogos durante décadas convendría que el apelado tuviera su margen para pensar a fondo. No vaya a ser que con una opinión apresurada se estropee el estudio. De ahí que la respuesta sirva para poca cosa realmente. Lo habitual es que sea la crisis económica, la haya o no. Sin embargo, en la última encuesta ha salido la inmigración con gran sorpresa.

Como si en el estudio apenas influyera de lo que se ha estado hablando de forma reiterada en la esfera pública en las últimas semanas. Sucede que cuando la pregunta es más íntima la respuesta es otra. Cuando se interroga por el principal problema de cada encuestado salen preocupaciones económicas, la inseguridad cotidiana. Como las opciones están más o menos tasadas a nadie le preocupa el grifo del baño que gotea o el dolor de espalda propio o de un familiar que no desaparece. Solo caben las grandes cuestiones. En el listado se buscan tendencias y evoluciones en la opinión pública y ha aparecido una aunque aún en un único sondeo. Huelga decir que lo percibido no equivale a lo real pero eso no significa que quien lo pone de manifiesto no vaya a actuar en función de ello. De ahí que, sea o no inducido el clima, la aparición de la inmigración en las encuestas sea un nuevo problema a sumar al de base en un juego de espejos del que poco bueno se va a sacar.