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Leer o escuchar las noticias referidas a nuestra Comunidad se está convirtiendo poco a poco en un ejercicio de sadomasoquismo puro y duro. Es cierto que ese BDSM no llega aún al mismo nivel del que practican los protagonistas de 50 sombras de Grey, pero creo que no le debe de faltar ya mucho. El sadismo lo aportan, generalmente, la mayor parte de nuestros queridos políticos, tanto en sus declaraciones como en sus comparecencias, mientras que el masoquismo lo aportamos todos los ciudadanos que intentamos estar medianamente informados de lo que ocurre, por ejemplo en Cort o en el Parlament. Tal vez por ello, cuando buscamos algo de sensatez y de realidad, suele ser suficiente con que apaguemos la televisión o la radio y salgamos de casa, contemplando con atención todo lo que nos ofrece nuestro entorno habitual. Para quien escribe estas líneas, pueden formar parte de esa sensatez o de esa realidad el ambiente del mercado de Pere Garau, las charlas multiétnicas en los cafés próximos, la alegría de los niños durante el recreo en el colegio Jafudà Cresques, los amigos que te cuentan sus cuitas sentimentales, las personas o las familias que reciben algún tipo de ayuda social, las parejas de enamorados que pasean por las calles del centro histórico, la melancólica belleza de la luz suave del otoño o los sueños secretos que aún guardamos en nuestro corazón. Quizás, no sé, los medios deberíamos de intentar hablar también de esa otra realidad un poco más a menudo, aun sin dejar por completo de lado todo lo que tiene que ver con las ataduras y el bondage.