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Como sin duda habrás leído la Biblia -como libro sagrado o como obra cumbre de la literatura universal- recordarás la historia de David y Goliat. Está en el primer libro de Samuel de la Biblia judía (1Sam 17), en el mismo libro con el mismo nombre del Antiguo Testamento cristiano, y el mismo relato que encontramos en la sura segunda del Corán (247-252). En los tres casos, esta narración se lee en cinco minutos, por si andas con poco tiempo.

Recuerdo la historia: Goliat de Gat era un gigante de unos tres metros de altura del ejército de Filistea (actual Gaza) que desafió a los israelitas. No tengo que recordarte que los filisteos y los israelitas estaban en guerra. Goliat propuso a Saúl, rey de Israel, que escogiera a su mejor soldado para luchar contra él. Si Goliat perdía, los filisteos serían esclavos de los hebreos, pero si ganaba, los israelitas se convertirían en esclavos de los filisteos. El desafío llenó de miedo a Saúl. Fue en ese momento cuando David, un joven pastor de ovejas, se presentó voluntario para enfrentarse al gigante. Goliat salió a luchar con una espada enorme y una fuerte armadura. David solo llevaba una honda y cinco piedras lisas que había cogido en un arroyo. Para provocar el enfrentamiento, Goliat maldijo a David y a su pueblo. Como respuesta, David puso una piedra en su honda y se la lanzó con tal puntería que le dio en la frente. Goliat cayó al suelo muerto. David cogió la espada del gigante y le cortó la cabeza, y los filisteos huyeron derrotados.

No tengo muy claro lo que puede haber de ficción y de real en esta historia que se escribió hace tres mil años. Lo importante, la moraleja del relato, es que la voluntad, la confianza y también la fe, son valores que siempre han dado buenos resultados. Te invito a que vuelvas a leer esta historia, pero ahora más despacio.