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En contra de todos los sistemas educativos, mi abuela me enseñó a leer leyendo «La Regenta», de Leopoldo Alas Clarín. Si fuese hoy, los pedagogos la denunciarían por algún delito de abuso o cualquier otra cosa. Sin embargo, pasados muchos años, estoy orgulloso de haber sido objeto de aquel experimento educativo.

Vetusta, escenario de la ficción en la que se desarrolla la novela, es lo más parecido a la Palma actual. En realidad, nuestra ciudad es consecuencia de aquel naturalismo paisajista que ponía en evidencia el estado en el que se encontraba una población. Quiero decir que, si alguien quiere hacer un análisis de los problemas de la sociedad, Palma es un buen modelo de estudio. Si alguien quiere descubrir cómo vive la gente, Palma es un escenario tipológico. Somos lo que se dice un referente social como el referente que utilizó Clarín en su obra para mostrar y también demostrar lo que la gente siente y lo que la gente vive. Porque ya en tiempos del don Leopoldo, la sociedad se dividía en dos: una gran mayoría popular sometida al dictamen de una gran minoría que la gobernaba. Siempre pasa lo mismo. La historia se repite.

Don Fermín de Pas y Ana Ozores son personajes de ficción, pero representan las dos maneras de ver la misma sociedad desde situaciones diferentes. El realismo social de Clarín denunciaba la forma de vida de una minoría política muy parecida a la que sobrevive en nuestros días. Tengo la impresión de que esta es la razón por la que miro con lupa cualquier acción política. Razón que se justifica por haber aprendido a leer leyendo una obra literaria de denuncia. La misma razón por la que tal día como hoy, hace veinte años, recibí el premio literario «La Regenta», que dediqué a mi abuela, mujer ilustrada y sabia. Eran otros tiempos, pero sobrevivimos y aquí estamos.