Hace unos días, una niña palmesana de once años salió de su casa a las cinco y media de la tarde para dirigirse ella sola a una actividad extraescolar. Sus padres trabajan y ella tiene que empezar a ser independiente para ser una adulta funcional. Lo que no quita que sus padres la llamen al teléfono fijo cuando sale de casa y que la madre de una compañera la avise cuando ha llegado al destino (son los peajes que hay que pagar cuando una preadolescente aún no tiene móvil). Pero he aquí que la niña sale demasiado pronto y se queda diez minutos esperando a las puertas de la sala donde harán la actividad extraescolar, que se organiza en una zona muy céntrica de Palma. Así que se sienta en las escaleras, al lado de la puerta, esperando a que la abran e ir a clase.
Nativa
Palma22/10/24 4:00
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