TW
0

El 1 de noviembre, que el papa Gregorio IV consagró a todos los santos y criaturas del Cielo allá por el siglo IX, y declaró fiesta de precepto, es un día notable en el que nunca he sabido qué hacer, ni si hay que hacer algo, porque todos los santos son muchos santos, y si les añadimos al resto de habitantes del Cielo, la Virgen, los ángeles y hasta la Santísima Trinidad, nos sale ya una multitud no por gloriosa menos multitudinaria. A estas alturas, hay muchísima más gente en el Cielo que en la Tierra, y yo en las multitudes me azoro, me atolondro, no sé lo que me hago, mi única idea es largarme.

Incluso he probado a no salir de la cama, y no recuerdo ningún 1 de noviembre apacible y satisfactorio, el peso de tanto santo y beato me intimida y abruma, y lo normal es que me pase el día deambulando por la casa como un capullo. Haciendo tonterías de aquí para allá, probando esto o lo otro, desalentándome.

La gente, como lleva mil años confundiendo el día de hoy con el de mañana (ah, qué hallazgo de frase), que es Día de Difuntos, o de Los Muertos en México, suele ocupar la jornada visitando a sus seres queridos en los cementerios (también hay muchísima más gente bajo tierra que en la superficie), pero a mí este ardid anticipatorio no me sirve, porque no creo que ninguno de mis seres queridos fueran santos, ni mucho menos ángeles, y debo esperar a mañana para honrarlos preceptivamente.

Además, nunca visito cementerios, me falta afición. Sólo una vez estuve en uno, el de Montparnasse, que está plagado de celebridades literarias yertas, y lo atraviesa la única calle del mundo (rue Émile Richard) cuyos residentes ya están todos muertos. Buscaba la tumba del cuentista Maupassant. Pero claro, Maupassant no era ningún santo, de modo que no hice esa visita un 1 de noviembre, ni mucho menos. Aunque ahora que caigo, habiendo tantísimos santos en el Cielo, no veo porqué cada cual no va a inventarse los suyos propios, y solucionar así este raro día de Todos los Santos, previo al de Difuntos. Este año ya no tengo tiempo, pero quizá el próximo podría viajar a Baltimore, al cementerio de Westminster Hall, y colocar una botella de brandy sobre la tumba de Poe. Ya veremos.