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Mi familia política vive en la provincia de Valencia y ha resultado afectada por las inundaciones causadas por la DANA del martes 29 de octubre. Están bien en lo físico, gracias a Dios, pero mal en lo material y en lo anímico. Mi pareja se marchó el martes en un barco de Trasmed a Valencia para llevarles nuestro coche, ya que ellos se han quedado sin ellos y les hace falta, aunque ahora sabemos que moverse por allí es todavía muy complicado. Llenamos el coche de botas de agua que conseguimos comprar en Can Ros, en Campos. Después de recorrer ocho tiendas de Palma, no hubo forma de encontrar un solo par. Pero allí sí había y allí que fuimos. Nos esperaron y cerraron la tienda más tarde, algo que pareció no importarles. Además, llevamos material y productos de limpieza, decenas de pares de calcetines, muchos de ellos que nos dieron amigos que, además, quisieron contribuir con el gasto que supuso la compra de las botas. Me emociona escribirlo, lo juro.

Tenemos muchos amigos en la localidad considerada la zona cero del desastre, Paiporta, donde por poco no linchan al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, un cobarde que optó por largarse fingiendo una agresión inexistente. Esa huida retrata al personaje y al propio partido que lidera; y en manos de qué tipo de hombre está el Gobierno de este pobre país. Mi pareja tuvo un bar en aquel pueblo de 25.000 habitantes hasta hace poco más de tres años, cuando le convencí de que viniese a Mallorca. No se ha salvado ni una sola planta baja, ni un comercio, ni un negocio, nada. La devastación es total. Rafa y Ana, su madre, fueron el miércoles desde Castellar hasta Paiporta a pie, unos seis kilómetros con botas de agua y arrastrando un carro de supermercado repleto de las cosas que nos pidieron nuestros allegados y que más falta les hacían en aquellos momentos. Ya se imaginan la odisea, porque luego había que volver a casa. Muchas lloraban al verles con aquel carro lleno de botas y mochos. Se comprende su emoción, que es contagiosa, porque la devastación es mucho mayor de lo que se puede apreciar por la tele. Y la destrucción anímica es aún peor.

Si una conclusión podemos sacar en los once días transcurridos es que tenemos unos gobernantes, da igual si se llaman Sánchez que Mazón, miserables e incompetentes hasta decir basta, que sólo reaccionaron cuando vieron que los ciudadanos estaban dispuestos a lapidarlos, literalmente.