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Estas taquilleras cintas de animación (Brad Bird, 2004, 2018) muestran superhéroes a veces incomprendidos, y jefes incompetentes (el mediocre y arrogante Gilbert Huph). No podemos aspirar a ser dirigidos por personas con superpoderes, pero al menos, sí con cierta coherencia. La semana pasada se han producido dos relevantes ceses «por falta de confianza» que, como poco, podrían tacharse de incoherentes. El primero (y por segunda vez) ha sido el del ministro de defensa de Israel Yoav Gallant por parte de Netanyahu, pese a ser ambos del partido Likud. Se diluye el escaso freno que los EUA ejercían, mediante la fluida relación entre el secretario de Defensa Lloyd Austin y Gallant, sobre la desaforada campaña militar de Israel. Éste era partidario de priorizar la recuperación de rehenes, incluso con alguna concesión «dolorosa», y manifestó que la idea de Netanyahu de lograr una victoria absoluta en Gaza era un disparate. También propuso una investigación oficial del 7 de octubre, para aclarar las muchas sombras sobre la actuación militar judía y las muertes por «fuego amigo». Por si fuera poco, Gallart se oponía a las exenciones generales para ser llamados a filas a los judíos ultraortodoxos. El segundo caso es el cese por parte del canciller Scholz, del ministro de finanzas alemán, el liberal Christian Lindner. Éste se negó a incrementar la deuda pública, por estar limitada constitucionalmente y se opuso a aumentar los impuestos. Alemania es la única economía del G7 que se prevé que se contraiga en 2024, tras descender un 0,3 % en 2023. La sanción al gas ruso barato, obligó a comprar GNL más caro a los EUA. Además, la industria automovilística afronta los retos de la competitividad con China, y del previsible incremento de aranceles de la nueva administración de Trump. Lindner declaró que Scholz debería decidir entre incrementar el gasto en seguridad y militar en beneficio de Ucrania o mantener el actual régimen de bienestar germano.