Hace dos semanas escribía y publicaba sobre el drama de nuestra Albufera sin saber que en la querida Valencia ocurriría una tragedia dantesca. Como comenté, la magnitud y la proximidad de las calamidades las categorizan y conllevan que las de menor entidad queden postergadas al olvido. El agua ahora es más importante que el fuego o la contaminación, aunque en todos los casos nos encontramos algo que ya apunté para nuestro patrimonio y humedal abandonados: la gestión y la prevención son fundamentales para lo colectivo. Por desgracia, ahora tenemos un gran problema que va a costar muchos millones, pero donde el vacío más grande no es económico (todo lo que se puede solucionar con dinero es un problema relativo). Tenemos medios para remontar la situación y lo que costará superar son las pérdidas humanas y la falta de confianza en nuestros representantes que ha generado situaciones y escenas sobradamente conocidas. Nuestro país ha conocido devastaciones tan importantes como las de La Palma y todo el planeta ha superado una Covid que prometía muchas enseñanzas y finalmente no ha conllevado mayores cambios de paradigma. Actualmente desde el dolor y la preocupación vemos cómo de nuevo la gente clama unidad y respuestas. Permitan que lo precise: la maraña territorial de competencias (cuya distribución es muy clara) y centros de poder (cuyo fin es dar mejor servicio al contribuyente-ciudadano) debe estar debidamente coordinada. Por otro lado, la compartimentalización para conseguir la eficiencia no debe ser un obstáculo para una intervención que debe estar planificada y ser única. Cuando hay tragedias no puede haber ningún tipo de politización, ni revanchismo, ni señalamientos con fines espurios. Yo no creo que el pueblo salve al pueblo porque todos los medios los hemos entregado al Estado y las instituciones públicas; por ello los servidores públicos son los responsables de la gestión, la previsión y la pedagogía. Ellos tienen nuestro dinero (entiendan la carga tributaria que todos soportamos) y deben invertir para que los fallos sean escasos. Los ciudadanos sí tenemos la obligación de votar y castigar políticas que no entiendan el interés general y no lo promuevan o lo protejan. Las políticas también tienen que ser previsoras de la misma manera que a nosotros se nos exige esta precaución que ahora pretende incentivar un sistema de alertas que en muchas ocasiones desconocemos. Es muy importante trabajar y profundizar en ello para no vivir en una sensación de alarma o de peligro que es muy insana para todos. Tenemos más datos que nunca y todos los medios para llegar a cualquier lugar del país. No puede fallar ni el mensaje ni el mensajero; con unos buenos protocolos no hay cabida a errores absurdos que pueden, incluso, costar vidas. Los ciudadanos tenemos el derecho a ser exigentes porque pagamos muchos impuestos. El pueblo -ese que reacciona y se rebela- también tiene el deber de ser responsable. Al final política y sociedad no pueden disociarse porque si ello ocurre los problemas no encontrarán soluciones y las desgracias, lamentablemente, acaban repitiéndose.
Gestión, prevención y alerta
Palma14/11/24 4:00
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