Se ha dicho en muchas ocasiones que la producción del derecho iba por detrás de la realidad social. Pues primero se daban las instituciones que creaban las nuevas realidades y hechos sociales y solo después se dictaban las normas jurídicas que las regulaban. Entonces el legislador reconocía lo que la ciudadanía, con base en la libertad negocial, la autonomía de la voluntad, los usos y las costumbres arraigadas constituía en la realidad lo que terminaría regulado por el derecho. Ahora eso se ha subvertido porque el legislador que tenemos quiere construir una sociedad con sus planteamientos ideológicos.
Podríamos poner muchos ejemplos de cómo han surgido las regulaciones de las instituciones jurídicas, ya sean de base natural o biológica ya sean realidades técnicas o científicas, sin escandalizar al jurista inglés Williams Bracston, a quien se atribuye el apotegma: «Un parlamento lo puede todo menos hacer de un hombre mujer. O lo que es lo mismo: todo menos cambiar la naturaleza».
Sin embargo, hoy en día, por la soberbia ignorante de nuestros legisladores, el elenco de disposiciones que otro tiempo hubieran sido consideradas locuras imposibles de gestionar, pronto no tendrá fin. No siendo descartable, dada la velocidad en la inventiva leguleya, que pronto nuevas realidades ideológicas y costumbres ajenas a nuestra cultura las veamos instaladas en nuestro sistema jurídico. Por eso, se puede decir, sin que a uno, por ello, se le pueda considerar visionario , que más pronto que tarde veremos hechos y situación que no solo no se dan en nuestra genuina cultura sino que son totalmente impensables (como por ejemplo la poligamia o la poliandria) consagradas por el derecho, en la medida que se le ocurra a algún personaje o ‘personaja’ de la rampante pijoprogresía legisladora. Ya que el legislador actual, se entromete en ámbitos privados sin ningún recato, creando normas para regular los arquetipos que necesita para la promoción de su disparatada ideología. Como, por ejemplo, el tinglado LGTBIQ+.
Menos mal que, para no volvernos todos locos, tenemos la posibilidad de expulsar a ese personal de la vida pública; pero todavía hay demasiada gente que les vota, que sigue cerrilmente sus dislates. Y, en democracia, ese procedimiento sacraliza los resultados dándoles aliento para un tiempo. La democracia es así… Así de paciente.
1 comentario
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Per "disparatada ideologia" ja tenim sa teva !!!! Estam ben arreglats amb tu, quin personal!!!! "Soberbia ignorante" aquest adjectiu te ve com anell al dit. Si tu dius pijoprogre , tu que ets? Val mes no contestar.