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Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo» (cf. Flp 3, 3-8). «Demanaren a l’Amic: ¿quines són les teves riqueses? Respongué: les meves riqueses són les meves pobreses que sostenc pel meu Amat» (cf. Llibre d’Amic i Amat, 56). «Si reconeixes que Jesús és el Senyor,.. et salvaràs» (cf. Rm10,9). Los primeros pasos hacia la conversión de San Agustín fueron a la edad de 19 años. Leyendo el Hortensius de Cicerón, ardía su pecho con la pasión por la Verdad, «sólo una cosa entibiaba mi espíritu: el no ver en las páginas de aquel libro el nombre de Cristo que yo llevaba grabado en mi interior, gracias a mi madre» (cf. Confesiones III,17). El Concilio Vaticano II expresó con rotundidad en Gaudium et Spes, 10: «La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se hallan en su Señor y Maestro». El gran escritor ruso Dostoyevski declaró un día: «Dios me concedió, a lo largo de mi vida, algún momento de paz; fue entonces cuando descubrí que no hay nada más grande, más profundo, más sublime, más amable que Jesús, y que no sólo no hay, sino que no puede existir otro como Él».