La actuación policial se rige por los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad. En un conflicto que genere manifestaciones y alteraciones del orden público, tendrá en cuenta: a) el principio de congruencia: que los medios que se utilicen sean coherentes y tengan relación lógica con los fines que se quieren lograr. b) la oportunidad: la intervención ha de ser oportuna, o sea, solo cuando fuera necesaria y en el momento y la forma más favorable. c) la proporcionalidad: la actuación debe ser proporcional al peligro, para no crear un mal mayor que el que se quiere evitar.
La intervención policial en estos conflictos está sometida a normas y obligaciones, en un difícil equilibrio entre la necesidad de proteger la vida e integridad de las personas y la obligación de restituir el orden público, actuando con la decisión necesaria cuando las circunstancias lo requieran.
Por lo tanto, los poderes públicos están obligados a dotar a los agentes de la formación y los medios necesarios para cumplir sus funciones, con la exigencia de que se ajusten a los principios establecidos y se les garantice la protección razonable.
Uno de los medios de los que ha dispuesto la policía han sido las pelotas de goma. El efecto principal de este medio es su potencia disuasoria. Solo el hecho de que los manifestantes sepan que la Policía cuenta con este recurso puede ser suficiente para contenerse y no entrar en contacto directo con los agentes, lo que beneficia a los dos bandos. De interés especial cuando los efectivos policiales son desproporcionados en relación a la multitud. Otra ventaja no menor es poder disolver ésta sin necesidad de llegar al cuerpo a cuerpo. Solo se debe practicar cuando la multitud es muy violenta.
La alternativa es la disolución a golpe de porra, que supone mayor violencia de la actuación policial para dominar la situación. Violencia que será mayor o menor en función de la actitud de la multitud y del desequilibrio de efectivos policiales. Como consecuencia, el número heridos será mayor en los dos bandos, el tiempo de resolución del problema de orden público será superior y, con ello, más altos los riesgos.
En las refriegas tras las protestas en Valencia por la catástrofe de la Dana hubo más de 30 policías heridos, solo al final con la situación muy descontrolada, se permitió el empleo de pelotas. Un día antes, en los incidentes provocados por la extrema derecha en la sede del PSOE de Ferraz, la policía si empleó las pelotas desde el principio: no hubo ningún policía herido ni daños en la sede.
Las lesiones que se pueden producir con las pelotas de goma son limitadas, si los escopeteros están bien entrenados. Pero también es cierto que, sin ellas, los que resultarán heridos serán los agentes, sobre todo desde que los alborotadores disponen de tecnología para superar el coctel molotov y la comunicación con el móvil les permite ser más peligrosos y versátiles. No hay que olvidar que, en enfrentamiento, la policía está obligada a ganar, pues el orden debe restablecerse.
Los compromisos con partidos independentistas que han protagonizado las mayores alteraciones de orden público en democracia en su camino sedicioso, y con los que hoy representan a los otrora terroristas, han llevado al Gobierno a ceder ante ellos en una ley, como es la de seguridad ciudadana, clave en la defensa de la seguridad de las personas y la del Estado.
Si las cesiones de indultos, amnistía y el Cupo son de dudosa constitucionalidad e injustas por acabar con el principio de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, esta última resulta ignominiosa, porque se salta del presos por presupuesto al chalaneo con la integridad física de los policías y guardias civiles. Se condena a los agentes a la indefensión ante los ataques callejeros, ante el vandalismo y ante los intentos de homicidio; como cuando los chicos de la gasolina, animados por el propio presidente de la Generalitat, (Apreteu, apreteu), actuaron de manera criminal en los sucesos llamados de Urquinaona, en los que dos policías quedaron inútiles permanentes para el servicio.
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