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Barbara Broccoli es la productora de las películas de James Bond por herencia. Conviene pensar en que tiene apellido de la verdura de la que nunca hay escasez en ningún supermercado a la hora de valorar sus cuitas. Anda a la busca de un actor que protagonice las películas de 007 durante la próxima década. Si se tiene en cuenta que va para tres años de la última, parecer ser un asunto complicado. Esta semana, la productora ha dejado caer que buscan a un hombre de unos treinta años sin importar color de piel. Al margen del cansancio que provoque la saga y todos sus clichés, sus dificultades actuales para mantenerse cuentan mucho de la evolución del mundo desde que Ian Fleming ideó el personaje. De una especie de enganche del orgullo en declive del Imperio Británico en medio de la emergencia de dos superpotencias a un fósil que cuesta encajar en 2024. El desafío es hacer creíble y aceptable a Bond a estas alturas, por los clasista, machista e invulnerable del personaje. De ahí las dudas con qué cara ponerle.

Lo triste del asunto es que solo resulta complicado encontrar al bueno de la saga. Imaginen un malo que sea a la vez el hombre más rico del mundo, que maneje tecnologías increíbles, amenace con manipular elecciones y la democracia por doquier y encima tenga un puesto en la administración. Ese es el giro. Al héroe de ficción no hay quien se lo trague y al villano se le ponen mil caras reales. Elektra resulta una idea verosímil ahora mismo y estaría ganando la partida. La posibilidad de que un héroe con los recursos brillantes del estado detrás en forma de inventos y fondos sin límites se le enfrente en medio de acciones espectaculares e inverosímiles ha dejado de ser siquera aceptable en la ficción. De ese cansancio participan también los héroes de Marvel y quizá no sea solo que la fórmula está agotada sino que no sirve ni como ideal.