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No se generen expectativas con el título. No somos pioneros, ni estamos en el top ten del modelo cuántico. De hecho, estamos en el furgón de cola en investigación, a pesar de tener una cantera de investigadores de primer nivel, que por mor de la incapacidad de visión estratégica de nuestros dirigentes deben emigrar a otros países para que les respeten y pagan de manera justa. Aquí los humillamos con salarios ofensivos y sin presupuesto para sus proyectos. El sistema binario solo permite dos cifras lo que conlleva: afirmativo o negativo, arriba o abajo. El paradigma cuántico permite las dos cosas a la vez, puede ser sí y no a la vez. Nuestra España, gracias al populismo y la degradación política, nos presenta un sistema dirigido por un Gobierno, donde una parte de sus componentes son antisistema: son Estado y no lo son. Nuestro modelo es repúblimonárquico.

Permítanme el neologismo para explicar la contradicción en la que vivimos inmersos. Tenemos un rey de jefe de Estado, con pocas o nulas capacidades de gobernanza y un Gobierno mayoritariamente republicano. La primera autoridad monárquica y la segunda y tercera republicanas. Sánchez y Armengol se han autodefinido así. Por si no fuera suficiente, tenemos un modelo de gestión de regiones o provincias federoautonómico. Unas, como el País Vasco, rozan el Estado federal o lo son de facto. Y luego tenemos unas autonomías de primera con amplias atribuciones. Y unas pringadas con un simplificado competencial de pizarrín. Balears, por ejemplo. Nos transfieren la gestión de lo caro, como sanidad y educación. Pero no podemos eliminar un simple VAO porque la DGT nacional no nos deja. Es de risa sino fuera inmensamente penoso y denigrante. Tenemos un sistema nacional de salud con una ministra incapaz de conseguir que uno pueda ir a otra comunidad y adquirir un medicamento prescrito. Y aún peor, si un ciudadano tiene un episodio que precise ir a un hospital de una ciudad española a la que ha viajado, los facultativos que lo atienden no tienen acceso a su historia clínica.

Lamentable y peligroso. Un médico no cobra igual en distintas comunidades. Y así sucesivamente. Somos españoles y no lo somos en derechos y obligaciones. Tenemos una tragedia como la de Valencia. El jefe del Estado no solo no puede tomar ninguna decisión, sino que debe pedir permiso al Gobierno para visitarlos. Y este a su vez, aunque presencie la magna tragedia no declara la emergencia nacional si no se lo pide el presidente autonómico. Mientras, hay muerte, caos, desolación y rabia. La presidenta del Parlamento permite un pleno para repartirse el botín de RTVE para con un presupuesto alucinante poder autocomplacerse. Esta pesadilla que parece una parodia de país bananero es nuestra España. No sigo para no subirles la tensión. A pesar de tanta chusma, la vida, a pesar de ellos, es bella.