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El otro día escuché a un hombre decir que los varones jóvenes, heterosexuales y blancos eran, por primera vez en la historia, más conservadores, más reaccionarios que sus padres. Según esta persona, esto se debía a que el progresismo había desatendido la defensa del bien común y se había especializado en la defensa de las minorías, de los silenciados históricos. Ante la falta de referentes dentro del espectro progresista, los varones jóvenes, heterosexuales y blancos se habían entregado a los discursos más radicalizados del ala conservadora, habían comprado, de manera feliz, acrítica, los discursos apocalípticos del odio: a la inmigración, al feminismo, al cambio climático… Automáticamente, después de escuchar a esta persona, recordé aquello que decía el escritor argentino Fabián Casas. Según Casas, el bar de Star Wars era el lugar antifascista por excelencia. Ahí se juntan, explicaba el escritor, traficantes de Orión, seres con cabeza de pescado, mujeres con tres tetas, vaqueros de las supernovas…, es decir, pura mezcla. También recordé que Yahveh, según el Antiguo Testamento, castigó a la humanidad a la diversidad por su intento de alcanzar el cielo con la torre de Babel. Las conclusiones, de haberlas, en otra tribuna.