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Se reanuda el curso político. Con anterioridad, Pedro Sánchez había avanzado el congreso federal del PSOE, bajaba el centro político a nivel de calle y ponía atención en la crisis habitacional, para recuperar la iniciativa. Sin embargo, ha sido Alberto Núñez Feijóo, con una simple conferencia de prensa de resumen del año, quien ha vuelto a marcar el ritmo mediático, posiblemente para los próximos meses. Le ha bastado con decir que los independentistas se le están acercando. Más de uno ha picado el anzuelo. Se demuestra lo difícil que es gobernar y lo fácil que es, a veces, hacer oposición. Núñez Feijóo no hace propuestas, le basta con decir que las meigas existen.

El periodista que dirige una tertulia mañanera de una cadena de radio catalana conecta en directo con Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el congreso de los diputados, en Madrid, para preguntarle sobre el voto con el PP (que recuerde no mencionan Vox) para tumbar el impuesto a las grandes energéticas. El entrevistador presiona para conseguir un titular. La portavoz explica que votan según lo que ellos consideran que son los intereses de Catalunya. Insiste el periodista y Nogueras dice algo parecido a que no se obvie que lo sustancial es que han votado el paquete de política fiscal presentado por el Gobierno. Ha marcado distancias con todos (menos con Repsol). Los tertulianos siguen por su cuenta y reiteran el acercamiento al PP, sin que la apreciación de la portavoz merezca la más mínima atención.

Hace apenas un año el PP organizó hasta seis manifestaciones en Madrid contra la amnistía en las que se coreaba «Puigdemont a prisión». ¿Qué ha pasado? Esencialmente que se ha aprobado la ley de amnistía y se ha abierto la puerta para encauzar las relaciones de Catalunya con el Estado. La ley de amnistía tiene la virtud de conducir a la normalidad. Y la normalidad conduce a lo que se llama geometría variable del voto. Pero aún no se ha llegado a ella, se está en el camino. El Estado ha pasado de aplicar en Catalunya el 155, con un gobierno del PP (y el apoyo del PSOE), de la judicialización, de la represión y el lawfare, a la amnistía (sin el apoyo del PP). De la confrontación, a la idea de que «todos estamos dentro». De la ruptura con el Estado a conquistar el Estado, por parte de los nacionalistas. Es la realidad frente a la narrativa.

Pero, al imponerse la batalla por el relato como estrategia, la verdad política queda relegada a un segundo plano. Y, el relato es radial, como la red de comunicaciones, con el epicentro en Madrid, en el Irreal Madrid borbónico. La realidad es plurinacional y diversa. No obstante, cualquier movimiento de un partido nacionalista catalán se analiza en dimensión española, aunque la motivación, como es lógico, esté enraizada en Catalunya. Interesa el voto sobre las energéticas por la supuesta quiebra del bloque de investidura. Núñez Feijóo dice que «se aceran a nosotros» para debilitar a Sánchez y, a la vez, no alterar el ánimo de los suyos. Pero, todos saben que no hay alternativa mientras la amnistía no se le aplique a Puigdemont. Pero hay más.

Recordemos que el Constitucional en 2010 cercenó el estatuto que había sido votado en el Congreso de los Diputados y aceptado por referéndum por los catalanes, desde entonces Catalunya carece de una constitución o norma territorial propiamente dicha. Fue el origen el ‘procés’. Guste o no, a los catalanes se les debe una votación: es el derecho a decidir. Después de la amnistía llegará la cuestión de la votación, articular el qué se vota será complejo. No se vislumbra ánimo suficiente para ello en la derecha, seguramente estos tendrán que seguir remasterizando el discurso durante un tiempo más.